1) A partir de hoy debería suceder algo vital que demuestre que el gobierno va a aplicar la ley, que la Policía va a ser apoyada, que no se va a tolerar que un grupo de sinvergüenzas se salgan con la suya a gritos, lloriqueos y pedradas escudándose cobardemente en niños. A partir de hoy comenzaríamos a definir si vamos a seguir siendo un país salvaje sin leyes o comenzaremos a ser civilizados. Me refiero a que hoy vence el plazo para que el avezado traficante de tierras Herminio Porras y sus invasores abandonen el Mercado de Santa Anita que han robado. A sacarlos de allí ya y sin parpadear.
2) Nunca voy a olvidar la alegría del sindicato comunista de la entonces estatal Marcona cuando se enteraron que la compañía china Shougan había ganado la subasta para privatizarlos a comienzos de los 90. Celebraron en varios comunicados la llegada de los “hermanos socialistas chinos”. Como yo ya conocía más o menos bien a los chinos, por haber viajado bastante por Asia debido a un trabajo en una importadora, no pude menos que sonreírme ante gente tan incauta. ¡Solamente un patrón de lancha coreano puede ser peor que un capataz chino! Aposté para mis adentros que pronto estarían añorando los dorados días de la Marcona Mining Company (MMC), firma gringa que los trataba a cuerpo de rey y que hasta les hizo gratis esas casas que la mezquina Shougan ha clausurado para que nos la use nadie, en la mejor política del perro del hortelano. “¡Hermanos socialistas!”, pensaba, “estos rojos zonzos, valga la redundancia, no saben cómo los van a hacer bailar”. Y lamentablemente, tuve razón. “Los hermanos socialistas” los han tratado peor que a perros, amén de zurrarse cuando han querido de los compromisos de inversión acordados con el Estado peruano y contaminar sin asco la bahía de San Nicolás.
Es que Marcona toda es una tragedia. El 28 de julio de 1975, un mes antes que lo depongan, Velasco andaba buscando algo como uno de sus “goles de media cancha” (los desatinos que anunciaba en Fiestas Patrias y que nos hundieron como país). Y se le ocurrió estatizar la MMC. Como esta empresa ya revertía al Estado peruano en muy pocos años, hasta el premier Fernandez Maldonado –rojo furibundo– le dijo a Velasco que eso era una tontería, que nos iba a costar mucha plata y mayor tensión con los gringos justo cuando las cosas con Chile estaban color de hormiga, que mejor era esperar hasta que la mina revierta, que MMC era muy cumplida con sus impuestos y que el trato laboral allí era modelo.
Pero el primitivo dictador caprichoso insistió y el disparate se ejecutó. Eso significó primero una pésima administración estatal y luego la llegada de estos dulces caballeros, que por lo visto están vengando el maltrato que se le dio acá a sus antepasados coolíes en las haciendas del Perú decimonónico. Esos son los socialistas, chicos. ¡Que les aproveche!
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