1) El otro día una persona me decía que cómo antes, en los 80 y 70, se cumplía con unas leyes laborales aún más farragosas que las actuales y que había mucho más formalidad. La respuesta es fácil para esta premisa ingenua: el mercado estaba cerrado a la competencia con altísimos aranceles, los formales pagaban virtualmente los impuestos que les daba la gana (eso duró hasta que se creó la Sunat a comienzos de los 90) y las tasas de interés no eran reales dadas las altísimas tasas de inflación (o sea, te regalaban el dinero, más aún si te ibas a un banco estatal y tenías la “vara” o la coima que te abriese sus puertas). Así los empresarios tenían tremendos márgenes de ganancia y se podían dar el lujo de aguantar un sistema laboral oneroso. Hoy en día ese mundo ya de-sapareció, pero esa legislación laboral ha quedado como una rémora.
2) Muy buena la propuesta del ministro Rey para bajar aún más aranceles y comprimir aún más la dispersión (distintos niveles) entre ellos. Ojalá Carranza se compre la idea. Por eso me sorprende la tibia oposición de Adex a esta medida. Uno lo entiende en la SNI y Farah o los “jardineros” de Conveagro o la CCL y los dueños de fábricas de cierres, gremios siempre adictos al libreto proteccionista, pero… un gremio exportador. Mucho me temo que Adex se está volviendo mercantilista o se está profundizando una vieja tendencia. Claros síntomas son estas resistencias a medidas que incentivan nuestra competitividad o a aferrarse a que le sigan dando un sitio para congelar y almacenar sus perecibles a precios de huevo, un regalo que les hizo Ricardo Márquez meses atrás. Y encima apelan a que Alan García intervenga, al mejor estilo paternalista de un sindicato arcaico.
3) Qué pena me da cada vez que pasa el 2 de mayo y se recuerda tan poco a José Gálvez, mi héroe peruano favorito porque: A) Ganó, algo raro en los héroes locales. B) Y no a los ecuatorianos o bolivianos, sino a los españoles. C) Estuvo al frente y allí lo mataron. D) Fue un ejemplo civil de honradez, diligencia y capacidad. 5) Fue uno de los padres del liberalismo peruano. ¡Debería ser el héroe máximo!
Y su hijo José también fue un gran héroe, que casi queda ciego por hundir a la cañonera chilena “Janequeo” en el Callao, junto al fornido médico y bombero Manuel Ugarte y Moscoso, coloso que cargó el torpedo al que Gálvez hijo le disparó para detonarlo.
Los chilenos se admiraron tanto que lo liberaron (“El almirante Galvarino Riveros Cárdenas, haciendo honor al valor demostrado por el teniente Gálvez, en vez de mantenerlo prisionero, lo puso a disposición de las autoridades del Callao”, como cuentan sus mismos historiadores). ¡Qué tales cojonazos! Otros valientes a los que nadie recuerda…
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