Permítaseme algunas palabras en recuerdo de mi tío Javier Mariátegui, fallecido este domingo. Javier, el menor de los hijos de JCM, fue un eminente siquiatra y un humanista completo. Cultísimo hasta el plus ultra, era un placer extremo dialogar con él en profundidad sobre cualquier cosa, esto en una ciudad donde sus supuestas élites sociales ahora tienen como principal foco de conversación a la comida peruana, el pisco y otros asuntos.
Así de menores y sus supuestos intelectuales no pasan de tres temas (racismo, inclusión, DDHH) que repiten cual papagayos, pero sin la mayor originalidad creativa para resolverlos. Era de lejos una de las personas más inteligentes y de buen gusto estético que he tratado, esos añejos limeños sabios en total y absoluta extinción. Lástima que era marxista (sospecho que ya mantenía el tema a estas alturas para no perder la tradición familiar de su generación y porque le era imposible admitir que Los 7 Ensayos... era ya un libro desfasado), pero bueno, nadie es perfecto. A los humanistas por lo general les es difícil entender la economía de mercado.
Veía ayer silente elevarse el humo desde el crematorio y pensaba cuántos conocimientos preciosos se iban con ese vaporcito –si es que uno se va a algún otro lado– dejándonos aquí con asuntos de Carmonas, Gisellas, Lauras Bozzos, SUTEP, San Marcos, noticiarios infames, Leysis, Chiquitos Flores, música chicha, embrutecedores jueguitos electrónicos, claxons, etc...
Es que hasta en la tv más comercial teníamos ejemplares de primera como Pepe Ludmir, Pablo de Madalengoitia (hoy en día nadie, nadie vería Lo que vale el saber) o el Tío Johnny (que se preocupaba tanto en su programa infantil por enseñarnos geografía, buenos modales e historia mientras jugábamos).
Javier, ¿dónde se fueron Porras Barrenechea, Basadre, LAS? Con las justas nos quedan los ya mayorcitos Vargas Llosa, Szyzslo, los remanentes de Bryce, el chismoso Cotler y Toño Cisneros. ¡Si tenemos a Jorge Bruce y a Nelson Manrique como los modernos faros de luz, por Dios! Decadencia, eso es lo que uno percibe cuando ve este Congreso, tanta ignorancia agresiva, esa tv local, ese gusto estético horripilante que campea por calles y plazas modernas, esos espantosos carteles con púrpuras, verdes, rosados y amarillos eléctricos. Como que el ahora destrozado Ancón, nuestra Viña del Mar abortada, es una metáfora de lo que sucedió. ¡Ay, Javier, se pasó del Huerto de mi amada a La chacra de mi hembra! De José Antonio a Yonhy Wilbert, cuya versión moderna sería: En su mototaxi viene/atropellando Yonhy Wilbert/se viene desde el llauca/a ver la avenida Abancay/en su combi oyendo chicha/va chancando gente por el camino/metiendo lisura y gargajo fino/cutreando al policía y demás/fresco smog de junio/chapa a Leisy en la pantorrilla/y con cuatro llantas viejas sonando/va camino de la Abancay/achorado que es mi patán/galopando en su Soyuz/sujeta el timón asesino/ que dulce desgobierna el freno/¡Yonhy Wilbert, Yonhy Wilbert!/¿Por qué votaste así?/cuando te vuelva a encontrar/ te reclamaré por ese Congreso/cuando en la combi me lleves/ de ese tu sueño malogrado/de tu fútbol de borrachos/aquel del fracaso peruano.
2 comentarios:
Siempre te leo, eres unos de mis referentes. Y - aunque - no haya la confianza necesaria para darte el pésame, déjame atribuimerla de la manera más galantes y rápida (el internet es así).
Espero algún día concertra una entrevista personal contigo para mi programa "Irreverente".
Saludos,
Gustavo
De acuerdo, salvo que te salió forzado eso de "la chacra de mi hembra", sencillamente porque la palabra "chacra" no es un vulgarismo, sino un americanismo y no tiene nada de endiablado decirla. Y tampoco es sinónimo de huerto. Un huerto es una extensión pequeña de tierra, donde se cultivan productos que requieren mucha agua (legumbres, hortalizas, verduras y frutas). Una chacra se refiere a medidas mayores, a veces a granjas enteras.
Y… ¡Afortunadamente, el conocimiento es inmortal!
Saludos.
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