Columna Diario Correo
26 de octubre 2006
Por Aldo Mariátegui
Los caviares usan defensivas falacias sofisticadas como:
1) “Existe una ofensiva contra las ONG para controlarlas”. Oigan, simplemente se pide un registro para saber cuánta plata entra y a dónde va. Bin Laden, Abimael, Chávez o un narco ponen felices una ONG con la legislación actual.
2) “Atacan a todas las ONG”. Mentira. Sólo se critica a la caviarada que busca controlar todo y meternos su agenda político-cultural por las narices. ¿Quién puede cuestionar a CARE o a “Fe y Alegría”? ¿Quién puede estar en contra de think tanks de distintos colores políticos como Desco, IEP, GRADE o el ILD?
3) “Quien critica al IDL es que apoya la corrupción judicial”. Un disparate tan imbécil que ni vale la pena comentarlo.
4) “Quien critica a las ONG de DDHH es que está en contra de éstos y es un militarista (y hasta un virtual racista antiandino, según la Macher)”. Otra estupidez. Con lo que se discrepa es con esa particular visión de los DDHH como arma política (y medio de vida), impulsada por un grupete de cincuentones y sesentones que fracasaron políticamente tanto como comunistas radicales de jóvenes como de caviares de mayores (miren nomás el electoral 1% –¡y juntos!– de JDC y Susana Villarán), que cual pulpos tratan sistemáticamente de capturar todos los cargos y espacios posibles buscando hasta suplantar a los demás poderes públicos y erigirse en la conciencia nacional. Es una verdadera “kulturkampf”, una lucha cultural para comernos el coco y que todos pensemos “políticamente correcto”. Son los modernos jesuitas.
A continuación, transcribo partes de un lúcido correo electrónico enviado por un activista: “Pertenezco hace 18 años al mundillo de las ONG y soy testigo de que en los años 80 permitieron financiar cuadros políticos en labor política con la máscara de proyectos sociales, los que no siempre se ejecutaban de acuerdo a los compromisos con las agencias, anteponiendo los proyectos políticos. Lo mismo ha sucedido, pero en menor medida, con ONG de la derecha. Lo cierto es que en ‘nombre de los pobres y el desarrollo’ muchos profesionales –dizque orgánicos al estilo Gramsci– han financiado sus más caros anhelos y mantienen una condición de vida muy cómoda, con ingresos sustanciosos. Hoy, trabajar o fundar una ONG (con lo fácil que es) representa una opción no sólo para los izquierdistas o izquierdosos, sino para cualquier hijo de vecino que tiene un proyecto de lo que sea y necesita plata fácil… Sí creo en el control y estricta supervisión de la APCI, pero más aún pienso que todo proyecto de desarrollo que se realice debiera contar con una contraparte vigilante. (…) Por lo tanto, la rendición de cuentas no debe ser sólo un discurso, sino una práctica también para las ONG (…) Pero eso supone auténtica vocación democrática por un lado y el ‘empoderamiento’ de la gente por otro, para que no terminen pasando por alto las barbaridades de los ‘promotores de desarrollo’ por unas cuantas migajas”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario