Columna publicada en Diario Correo
Sábado 21 de octubre 2006
Por Aldo Mariátegui
Las Fuerzas Armadas y Policiales están en estos momentos perdiendo rápidamente el terreno ganado en términos de respeto tras la debacle que tuvieron en su imagen con la caída de Fujimori. Como se recuerda, el prestigio de los uniformados tocó mínimos luego de la aparición de los videos de la corrupción a finales de la década anterior. Cierto es que en los 70 existió una gran ola de repudio a los militares a causa de la dictadura –lo que motivó que Belaunde capitalice ese fuerte sentimiento “antiverde” y protagonice una inesperada resurrección política tras un derrocamiento anterior donde su popularidad andaba por los suelos–, pero ese rechazo era político, sin esa carga de repulsión, de virtual asco por pericotes que los videos motivaron. Poco a poco, la imagen castrense fue mejorando en esta década. Las nuevas promociones no estuvieron tan contaminadas por el montesinismo y los frenéticos ataques caviares tuvieron el efecto –contraproducente para ellos– de recordarnos a todos que, al fin y al cabo, fueron los militares los que nos salvaron el cuello a todos del movimiento terrorista más letal, demente y cruel del continente. Es más, la revelación de los presuntos excesos en Madre Mía fue lo que resucitó a Humala a comienzos del verano en los mayoritarios sectores D y E de provincias, cuando su candidatura estaba cayendo en picada por el caso Yorges y una serie de metidas de pata estruendosas. Los caviares pensaron que eso lo acabaría y paradójicamente le dieron un segundo aire. ¡Así, éste terminó ganando no sólo en Ayacucho, sino en la propia Madre Mía! Esto porque en provincias, pese a todo lo que afirman los capitalinos caviares y su CVR, la gente valora mucho la actuación de las FFAA contra la subversión y no se hace mayores problemas con la mano dura o al enterarse de excesos. Estamos hablando de ambientes donde la vida es de por sí muy dura diariamente y donde existe mucha violencia desde el mismo núcleo familiar, estimulada por la plaga aún no extirpada del alcoholismo, que asuela especialmente a los Andes. Y es muy diferente experimentar la guerra y el miedo en primera línea que desde el mullido escritorio de una ONG. Susy Villarán estaría pasando amenas veladas en el miraflorino Jazz Zone mientras Eleodora Huillca tenía que esconderse cada noche en el cerro cuando llegaban los “terrucos”. Obviamente, sus perspectivas respecto de las FFAA son muy distintas… Pero toda esta reciente recuperación de imagen castrense se está yendo aceleradamente al tacho con esta sucesión interminable de escándalos (ascensos “argolleros”, compras de autos lujosos, tráfico de municiones, hijos voladores, desfalcos en carreteras, entredichos públicos entre generales, militares en actividad comprando planillones, etc…). Muy preocupante. Esto se debe revertir cuanto antes. Por lo pronto, la salida de los generales Reinoso y Montoya ya está cantada. Y Wagner, a ponerse las pilas.
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