31 octubre 2006

Tarea de Verónica Zavala

Columna Diario Correo
Martes 31 de octubre 2006
Por Aldo Mariátegui


Me alegro de que por fin algún gobierno de los que han pasado por mis ojos se ocupe de unas de las peores cosas que existen en el Perú: el tráfico. Por cosas de trabajo he viajado bastante y he sufrido a los legendarios choferes romanos, egipcios, griegos, portugueses y algunos latinoamericanos terribles también (¡mexicanos, brasileños y ecuatorianos!), pero no existe peor conductor en el planeta Tierra que el peruano (dándoles el beneficio de la duda a los africanos, que no conozco).
El peruano coge un volante y se vuelve un sicópata agresivo natural born killer o un imbécil anárquico que arriesga su vida a cada momento, peor que un kamikaze japonés o un suicida islámico, por desconocer o no respetar las normas más elementales de tránsito. Incluyo a la mayoría de los peatones peruanos en esta última categoría de los imbéciles suicidas y anárquicos, porque cruzan por donde les da la gana, no respetan las luces rojas, se apean o toman transporte donde quieren, etc... Y lo peor de todo lo que hacen es cruzar pistas concurridas, como las panamericanas o vías expresas, sin usar los puentes peatonales que tienen al lado y a menudo cargando infantes. Es tan común manejar y encontrarse con algún fronterizo profundo que va lentísimo por la izquierda, que entra a los óvalos a toda velocidad, que no respeta los “pare” ni las vías preferenciales y que mete en general el carro por donde le da la gana. Ni qué decir de los choferes de combi, a menudo unos descerebrados que lanzan en locas carreras a sus vetustas máquinas, se suben a las veredas y hasta cobardemente agreden a las mujeres policías. Y esos irresponsables camioneros que adelantan en carreteras sin mirar o paran sus vehículos malogrados en plena pista de noche sin poner una sola señal para que el que venga atrás se estrelle contra una pared inesperada. Y súmesele a todas las categorías anteriores el alcohol, la laxa policía y la ausencia de brevetes. Además, hay implementos en los vehículos que habría que decir a los fabricantes que no los incluyan cuando los manden al Perú. Por ejemplo, las luces direccionales son absolutamente superfluas: casi nadie las pone cuando va a voltear y uno tiene que adivinar los próximos movimientos secretos del fulano que va adelante. Es que conducir en el Perú es como jugar unos de estos sangrientos juegos de computadora, donde coges los mandos y te salen cualquier cantidad de adversarios a sortear a cada momento. Uno tranquilamente puede alucinar que el parabrisas viene a ser una pantalla de computadora y contar mentalmente tus “bonus”. Verónica Zavala tiene que enfrentar esto.
Tiene que hacer campañas mediáticas para educar a tanto burro y que las sanciones se apliquen. El cada vez más extendido uso del cinturón de seguridad muestra que es posible que la gente entienda, aunque sea a la mala.

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