La verdad es que la empresa privada y la ciudadanía se están portando estupendamente para ayudar a las víctimas del sismo. Sin embargo, se están topando con un gran problema: la falta de seguridad.
Transcribo el correo electrónico de un amigo que trabaja en una minera y está ayudando allá: “Aldo, estoy en Pisco armando unas cocinas para atender con alimentos por acá en la zona. Esta mañana tuvimos serios problemas en cruzar la carretera con los víveres porque había saqueos. En medio del puente San Clemente me encuentro con Allan Wagner dirigiendo las obras de reconstrucción del mismo y con Alan Garcia arriba chambeando. Sin embargo, a medio kilómetro de allí, la turba saqueaba camiones y los únicos tres policías que estaban allí no sabían qué hacer. Llamé al Ministerio de Defensa y nos confirmaron que el Ejército no estaba autorizado para actuar, pues la declaratoria de emergencia decretada no lo permite. ¿Para qué tienen las armas entonces? La empresa privada y los limeños están respondiendo con todo, pero así es muy difícil ayudar, compadre. Lo mínimo que le pedimos al Estado es brindar seguridad. Ha llegado cualquier cantidad de ayuda, pero no se puede distribuir por falta de seguridad y organización. Es trágico que haya víveres, ropa y agua en abundancia y no se pueda repartir por delincuentes”.
- Y otro lector me dice: “Ya es hora de que se cancele esa absurda concesión de la autopista Lima-Ica, donde nos cobran un montón en peajes y ni siquiera han hecho el tramito Cerro Azul-Cañete. Es una vergüenza que no hayan empezado a hacer ni siquiera las circunvalaciones a Cañete y a Chincha.
- A una lectora le sorprende que las clínicas limeñas privadas (Americana, San Felipe, Vesalio, San Lucas, Internacional, Te-zza, San Borja, Ricardo Palma, Javier Prado, El Golf, etc., etc.) no ayuden gratuitamente a los heridos que vienen de las zonas destruidas, por lo menos con un porcentaje de sus atenciones. También que las universidades no envíen ya a sus estudiantes de medicina a la zona del desastre, tal como se hizo en 1970.
- Otra lectora me comenta que por favor no envíen víveres que necesiten de cocción o agua, sino básicamente galletas de soda, pan de molde en bolsas, latas de atún y otros productos marinos (y con “abrefácil” de ser posible. No se ve aún a los conserveros ayudando), leche en caja y, sobre todo, bidones de agua. También medicamentos elementales como alcohol, gasa (no algodón), esparadrapo, mercurio cromo, agua oxigenada, aseptil rojo, merthiolate, etc...
Y enviar medias y gorros de lana sobre todo, pues la pérdida de calor corporal se da más aceleradamente por los pies y por la cabeza.
- Otro lector se muestra indignado porque aún no se han montado albergues con material prefabricado ni se ha trasladado a los damnificados a cuarteles vacíos.
- Finalmente, muchos piden que no nos olvidemos de otra zona muy afectada y de la cual –seguramente por ser pobre y remota– nadie se está acordando. Se refieren a Huancavelica.
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