No me sorprende que el TC haya creado todo este problema politiquero con el absurdo referéndum sobre el Fonavi. ¿Qué puede salir de un sitio donde se eligen miembros por razones políticas y no por méritos, donde un excelente prototipo del político peruano como Javier Alva Orlandini fue su presidente? Y no pasaba nada si te pescaban metiendo a la amante a trabajar allí o adulterando tu 19990 para acceder a la cédula viva, como pasó con dos de sus insignes miembros. A mí nunca me terminó de gustar esto de crear un TC como último árbitro de la constitucionalidad, porque abrías la puerta a un sitio más de lucha politiquera por el poder. Para eso ya teníamos a la Corte Suprema.
Si alguien quisiera justificar el autogolpe de 1992 echándole la culpa al Parlamento de entonces por obstruccionista, pues erraría de blanco dentro de ese particular raciocinio: quien se estaba tirando abajo en aquel entonces toda norma para enmendar la economía y luchar contra el terrorismo fue el difunto Tribunal de Garantías Constitucionales (TGC), que estaba dominado por el ala más demagógica del APRA de aquel entonces. Pero en fin, ya existe y no queda más que convivir con él y vigilar que no se convierta en otro TGC, en un botín de los partidos políticos o en un miniparlamento.
Tampoco podemos cometer las barbaridades de Fujimori antes y de Evo y Correa ahora de dinamitarlo. Pero sí sería bueno delimitar bien sus atribuciones y que interpreten, no normen en positivo, ya que no son un politizado Legislativo activista (dicho sea de paso, también urge delimitar de una vez todas las zonas grises entre ONPE y JNE). Si bien el JNE tenía argumentos válidos con eso de que constitucionalmente sus fallos son irrevisables, el TC podía bien argüir que el tema de fondo no era aquí electoral... En fin, ya por lo menos el TC acaba de dar una salida y no sería necesario volver circense una institución seria como el referéndum… Hacer una consulta para preguntarle a la gente si quiere dinero… Tercermundismo populachero puro y duro.
Esta idea del Fonavi la trajo de México el constructor aprista Ramón Ponce de León en 1979 y se la vendió al dictador Morales Bermúdez. Este la adoptó, pero se tiraron el dinero en gastos presupuestarios generales, corruptela que llegó hasta la época de Fujimori. Sí, que nos devuelvan eso de alguna manera, tal como deberían pagarle también a los que el dictador Velasco y sus ministros de Agricultura –los recordados generales Jorge Barandiarán Pagador (que de pagador no tenía nada), Enrique “escándalo Super Epsa” Valdez Angulo y Enrique Gallegos Venero– les robaron su tierra sin pagarles (porque quedarte con algo ajeno sin pagarlo es un robo, ¿o no? ) con ese tinglado llamado Reforma Agraria, desastre que nos volvió importadores de alimentos, que deshizo nuestro poder algodonero y que perpetuó la extrema pobreza rural con el minifundio.
Páguenle a los fonavistas y a los robados agrarios.
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