-No le tengo ninguna simpatía en especial a Francisco “Pancho” Morales Bermúdez. Como ministro de Economía de Velasco tuvo un rol protagónico en la posterior larga quiebra de nuestro país que originó ese régimen, del que llegó a ser premier. Después derrocó a Velasco (lo mejor que hizo en su vida, aparte de parar la guerra con Chile), pero no sólo no llamó a elecciones inmediatamente ni devolvió los diarios incautados, sino que se quedó cinco años como un dictador blando y sumamente afecto al whisky, haciendo eventuales barbaridades como deportar y apresar gente, profundizar la Reforma Agraria, despedir a Walter Piazza del MEF cuando éste pudo arreglar las cosas, dar la idiota ley del inquilinato y encabezar un gobierno castrense tan inútil que ni se enteró de que Sendero Luminoso germinaba… Nada malvado como Velasco y muy honrado en lo personal, pero tiranuelo al fin y al cabo. Sin embargo, me parece imbécil que a sus 86 años se le pretenda procesar en Italia por haber entregado a unos “angelicales” terroristas argentinos (“montoneros”) a los militares gauchos en los últimos días de su régimen. Dejen al anciano general en paz, hombre que no fue ni chicha ni limonada. ¡Ni sabría qué era la Operación Cóndor!
-Algo curioso que se da en nuestro país es que alguien se muere y pasa a ocupar un pedestal, exagerándose a menudo lo bueno que hizo y escondiéndose lo malo. Y si se recuerda algún acto negativo que haya marcado su vida… ¡uf, la que se arma! Es como ese otro fenómeno peruano de que alguien llega a muy viejo aquí y se convierte en un “maestro”, no importa la mediocridad que haya en realidad sido (por allí va raudo un añejo ejemplar rojo, ahora chavista, que usa su pasquín para el autobombo personal a base de “homenajes.”. Eso sí es poco ético).
Lo primero acaba de suceder con Efraín Ruiz Caro. Falleció y aparecieron reseñas desmesuradamente elogiosas. Como aquí sí tenemos memoria, recordamos que dicho caballero fue uno de los más feroces cuchillos de la “Robolución” Peruana-Primera Fase (1968-75) desde que dirigió a Expreso al día siguiente que Velasco hizo entrar al Ejército allí (como preámbulo de lo que le pasó al resto de la prensa escrita en 1974), se lo quitó a su dueño Manuel Ulloa y se lo entregó a un grupo de comunistas moscovitas en marzo de 1970, encabezados por Ruiz Caro, Paco Moncloa, Paco Landa, Leopoldo Chiappo y otros más.
Estos se dedicaron a atacar al resto de periodistas, a aplaudir deportaciones (como las de Luis Rey de Castro y Enrique Zileri –¡pregúntenles, pregúntenles, pregúntenles!–, de Manuel D‘Ornellas –se le despojó de la nacionalidad– y otros) y a defender a rajatabla a Velasco, quien por eso los llamó sus “mastines de la revolución” (también conocidos como “los parametrados”). Ruiz Caro fue el más furibundo de éstos desde el capturado Expreso. Y tampoco fue el gran genio periodístico que quieren vendernos ahora los comunistas. Normalito nomás. Las cosas como fueron, señores. No le mientan a la juventud.
Que Dios lo acoja, que descanse en paz.
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