Reitero que mi posición es que si alguien quiere separarse de un país, pues que lo haga, siempre y cuando sea por elecciones absolutamente limpias y por un margen muy alto (70%). Si hubiese esa efervescencia en Puno, pues no me molestaría que se diese una votación al respecto y respetaría su resultado. Sería hipócrita si estuviera en contra de ello para Puno y sí a favor, como lo estoy, para Santa Cruz, el País Vasco, Cataluña y Quebec. Pero el punto central es que no hay en Puno nada de esa atmósfera separatista; ni siquiera autonomista. Bien informados periodistas puneños nos cuentan desde allá que ha habido por esos lares un rechazo absoluto a esta propuesta de Fuentes.
También nos dicen que no han calado para nada los mensajes radicales bolivianos. Más bien la dinámica política allá es la del vacío: Hernán Fuentes es tremendamente impopular (y no nos debe asustar tanto. Salió con menos del 20% y es un pésimo administrador, con una antipática esposa a lo Karp. No pasa de ser un demagogo algo atorrante; no es un líder de masas y con un partido estructurado como Evo), pero el PDR (que quedó segundo en las regionales con el notario rojo Alberto Quintanilla, personaje siempre cercano a Javier 0.5% Canseco) y el APRA han cometido el error de permitir que sus representantes regionales se hayan aconchambado con Fuentes por sinecuras en lugar de ir a una oposición frontal. Nos advierten que ese vacío ha posibilitado una increíble resurrección política del anterior presidente regional David Jiménez Sardón y una fuerte nostalgia por el fujimorismo, muy recordado por el populismo de Foncodes y la construcción de una muy buena carretera de Juliaca a Arequipa.
Creen que si los fujimoristas lanzan un buen candidato –que no tienen por ahora- para las próximas regionales, éstas se podrían dirimir entre ellos y el resucitado Jiménez, porque el humalismo se ha quemado en las ciudades por coquetear con Fuentes y sólo es fuerte a nivel rural por un malhumor antigubernamental bastante voluble.
Es que aquí en Lima tenemos una visión pesimista y alarmista con esta región, un “cuco” que se magnificó desde los muertos que dejaron el linchamiento de Ilave y los disturbios de la Universidad del Altiplano, dos temas que debido al pésimo manejo de crisis que tenía el toledismo terminaron empeorando. Recordemos que no reaccionaron cuando Inteligencia les avisó lo que se venía en Ilave (igual que en el “Arequipazo”) y nunca debieron pasarle a los militares el control de la ciudad cuando eso era una típica tarea policial frente a una silvestre huelga universitaria.
Otro mito limeño es que Puno es una región homogéneamente aymara. ¡Para nada! Su norte es mayoritariamente quechua, con sus bastiones en Azángaro, Carabaya, Putina y Sandia. Además, existe una fuerte rivalidad entre quechuas y aymaras, lo que se da también entre las ciudades de Puno y Juliaca (éstas no se pueden ver).
Lo que sí me preocupa es lo poco que se está haciendo en Puno –y en el sur en general– para insertarlos al actual crecimiento económico. Allá faltan obras en infraestructura y fomento del negocio.
También más lucha ideológica por parte de los partidos democráticos, si no el fujimorismo o el humalismo (o cualquier antisistema) se van a hacer con los votos.
Después no lloren.
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