Por todo lo que he estado observando estos días, la mejor estrategia que deberían adoptar las díscolas modelos y actrices Angie Jibaja y Malú Costa para generar un vigoroso movimiento que presione incesantemente por sus respectivas liberaciones es declarar que son poetisas e izquierdistas. Que escriban (o les escriban) un par de cositas en rima y luego que se pongan a recitar a Marx para a continuación hablar de la falta de “inclusión”, de “justicia social” y “lucha de clases” en los sets de tv, camarines y pasarelas. Un poquito de discurso adicional sobre Evo y Chávez no caería mal, más alusiones a José María Arguedas y Javier Heraud (¿sabrán ellas quiénes son?), amén de comparar su detención con la que sufrió César Vallejo en Santiago de Chuco.
Todo esto acompañado de un look más “progre”, con anteojitos estrechos (tipo el viejo superhéroe “Linterna Verde”), sus bolsitas andinas, sus ojotas, su jean viejo, unas miradas lánguidas y su polo del “Che”. Es más, les aconsejaría a todas las mujeres que utilicen ese argumento. Por ejemplo, si se pasan una luz roja, díganle al policía que son poetisas. Es que este es el argumento que más he visto que se esgrime para que suelten a esta chica Melisa, que fue detenida en Tumbes cuando regresaba junto a un grupo (del resto nadie se ha acordado, seguramente porque no son poetas, salvo una señora que tiene como argumento de defensa que a su papá lo mató Sendero Luminoso) de un sospechoso cónclave extremista en Quito. ¡Me recuerda a esa vieja película cómica que se titulaba No disparen, soy dentista. Esta versión peruana se llama “No me detengan, soy poetisa”. Es que éste es el reino del absurdo, el país de las maravillas. Si uno lee a ciertos columnistas, intelectualoides y medios, estamos en la Alemania nazi, en la Vichy colaboracionista, en la Tacna ocupada por los chilenos. Basta con que se critique duramente a Aprodeh por la chanchada que le hizo al país con esa carta que ayudó a que el MRTA no sea considerado terrorista en Europa, y que se separe de un consejo oficial a varias ONG (que ya se habían retirado antes de allí voluntariamente), para que la izquierda y las ONG se pongan a chillar que existe una malévola campaña fascista y macartista contra ellas, que vivimos los prolegómenos de la Argentina de Videla, y para que les vayan a llorar a sus patrones del extranjero con la intención de que éstos las protejan. Como bien escribió Juan Paredes Castro ayer: “Esta misma izquierda, que reclama para sí un trato complaciente y que cuando no lo tiene suele ver fantasmas persecutorios o macartistas…”. Y tampoco hay que asustarse con sus actuales amenazas ante la ONU.
Recomiendo que se lea el artículo de The Economist titulado “The UN and human rights, A screaming start” (http://www.economist.com/world/international/displaystory.cfm?story_id=11090832) para que vean qué nulo peso tiene el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Sólo se ocupa obsesivamente de condenar a Israel y exculpar a impresentables como Cuba o Zimbabwe. La misma Colombia, con una situación mucho más complicada que la nuestra por los paramilitares, ha pasado piola. Eso es un chisguete
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