16 mayo 2008

Voluntad de los pueblos (06/05)

A comienzos de los 90, hace ya varias lunas, me encontraba almorzando en la cafetería del diario El País, donde hacía mi máster en periodismo. Eramos un grupo grande de estudiantes y estábamos haciéndole los honores a una buena mesa (porque en España se come estupendamente, aun en comedores de diarios) cuando uno de mis condiscípulos comentó indignado un reciente atentado de ETA. Inmediatamente saltó el tema del País Vasco y se armó una encendida discusión. (Para esto, vale aclarar que no había vascos en la mesa y cuento algo más para que se entienda su peculiar idiosincrasia. Ellos habían formado su propio grupo comensal, así como de trabajo.
El único vasco que no paraba con ellos era el buen Santiago Belausteguigoitia, de cuyo larguísimo apellido me burlaba cuando lo llamaban en la lista, lo que lo enojaba mucho. Los vascos, tanto hombres como mujeres, eran bastante más reservados y distantes que el resto de españoles. Con ellos me pasó dos cosas curiosas. Cuando se estaban haciendo los grupos de trabajo, se me acercaron y me dijeron que me les una “porque era vasco”. Les contesté que de vasco ya sólo tenía el apellido y que éramos “sudacas” desde 1777.
No insistieron, aunque siempre nos saludábamos cordialmente. Meses después, hice una fiesta grande por mi santo y no faltó ninguno del grupo vasco, a pesar de lo muy poco que los había tratado. Aparte de eso, también me llamó mucho la atención que fueron los únicos que me llevaron –todos sin excepción– regalos, bastante bonitos. Los demás españoles me comentaron que ellos eran así, que me tenían mucha consideración por el apellido –que dicho sea de paso, mucha gente cree erradamente que es italiano. Lo mismo le pasa a Gorriti– ¡Bastante raros los vascos! Tribales).

Bueno, regresando al debate, yo había optado por un prudente silencio hasta que alguien me preguntó mi opinión. Contesté que me parecía que la solución era hacer un referéndum y si los vascos querían separarse por una mayoría aplastante, tipo un 70% a favor, pues adiós. Que los canadienses ya lo habían tratado tranquilamente con Quebec y que los checos y eslovacos acababan de divorciarse así, que si la mayor parte de una región no quiere vivir contigo, pues que se vaya, sin vivir horrendas masacres como en Yugoslavia. Me comieron vivo. Todos me dijeron que eso significaría el fraccionamiento total de España, pues pronto catalanes y gallegos los imitarían; que las Autonomías eran generosísimas en otorgar atribuciones a las regiones; que eso era un tema que no sólo debería ser decidido por vascos sino también por el resto de españoles.
Me mantuve en mi siempre acostumbrada impopular posición (porque además era el único liberal del curso. Ellos se dividían en minoritarios conservadores y mayoritarios socialdemócratas). Y así me mantengo en esto de Santa Cruz y Bolivia. Si mañana el 70% de cruceños vota por su independencia, pues bien, que hagan su país. Y lo mismo opinaría si aquí pasa algo similar en Puno, el Callao, Arequipa o donde sea.
Eso es lo democrático, lo civilizado, lo racional.

1 comentario:

Anónimo dijo...

This information is invaluable. Where can I find out
more?

Visit my web-site :: click here