Columna Correo Perú
Por Aldo Mariátegui
Sé que hay varios temas muy importantes (Abancay, purga militar) para comentar hoy en esta columna, pero creo que todos ellos son circunstanciales y cortoplacistas frente a lo que considero uno de nuestros principales problemas: la desnutrición (el otro es la educación, tema que no se va a resolver hasta que acabemos con las actitudes en contra de la mejora de ésta de esa costra paralizante y retardataria que es el Sutep actual, capturado prácticamente manu militari por los reaccionarios –que significa “opuestos al progreso”– de la maoísta Patria Roja).
Al igual que Gastón Acurio, con quien compartimos vivienda en España en épocas estudiantiles, recién me enteré en España de que las anchoas que allí se comen como piqueos –o “tapas”– casi obligatorios a diario eran… anchovetas.
Y recuerdo claramente cómo Gastón (que allí inició su fulgurante carrera como chef, acicateado por este humilde servidor –a pesar de que mi absoluto desinterés por lo culinario y mi uso de comida rara y rápida lo divertía, lo desconcertaba y hasta lo afligía– y otro amigo llamado Alejandro Aspíllaga.
Camino obvio, dado su tremendo talento) me comentó varias veces que lo dejaba acongojado pensar que teníamos un recurso natural tan abundante y tan nutritivo que se quemaba criminalmente para dárselo de alimento a los pollos en lugar de llenar de fósforo, yodo y vitaminas los cerebros de nuestros niños. Veo que la vida le ha dado la oportunidad a Gastón –quien tiene muchísima sensibilidad hacia el bienestar de sus semejantes– de poder liderar una cruzada para cambiar los gustos de la gente y que consuman un recurso no sólo sabroso, sino baratísimo y supernutritivo. No le va a ser fácil. Los veteranos me cuentan cómo Luis Banchero Rossi quiso hacer algo similar en los 60 con la merluza y le fue muy mal a pesar de una campaña espectacular.
También recuerdo cómo los militares quisieron promocionar sin éxito (¡felizmente!) el consumo de ballena, o cómo el pintoresco general Tantaleán instaba graciosamente a no consumir sólo “peces oligárquicos” (se refería a la corvina y el lenguado). Asimismo, es lamentable cómo ha bajado tanto el consumo del pejerrey arrebozado, que se comía mucho en la Lima de mi infancia como si fuera una galletita o con pan.
Y por allí también se ha querido meter infructuosamente el conejo, el cuy, el cordero (¿se acuerdan de que venía baratísimo de Nueva Zelanda en los 80?) y la alpaca sin éxito. La papa misma ha retrocedido ante el fideo, y el pollo hasta ahora es el campeón indiscutible desde los 70.
A García hay que hidalgamente reconocerle que el consumo del jurel se haya extendido por todo el país desde su primer gobierno, pues se ocupó mucho del tema. Ojalá que hoy haga una dupla Cubillas-Sotil con Gastón para la anchoveta y goleen a la desnutrición.
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