Por razones personales, estuve recientemente en Argentina. Encontré al país bastante recuperado respecto de la tremenda crisis que experimentó hace relativamente poco tiempo (las reservas han llegado a los US$31 mil millones; el consumo ya recuperó los niveles del 2001 y más bien existe actualmente un boom en interconexiones a internet y de venta de electrodomésticos, computadoras, casas y autos; ha subido el ahorro y ya la clase media vuelve a pasar masivamente sus vacaciones de verano en Chile, Uruguay y Brasil.
¡No sé qué espera PromPerú para captar algo de ese gigantesco turismo estacional argentino aquí! Y las tasas de crecimiento del PBI siguen por el 8% anual). Ya no está tan barato, pero aún encuentras a Buenos Aires en general menos cara que Lima (ojo que los sueldos son bajos) y hay más tranquilidad social en las calles (aunque ha aparecido mucho “crimen pequeño”. Ya se escucha de asaltos a autos y turistas por el Obelisco). Sin embargo, cabe precisar que el país está mucho mejor a pesar de Kirchner.
La recuperación platense se ha dado porque justo los agarró este increíble boom en los precios de las materias primas, además que su industria estaba muy preparada para competir dado que había tenido que ajustarse sobremanera para sobrevivir a las importaciones estimuladas por la convertibilidad de Menem (van a fabricar nada menos que medio millón de autos este año).
A esto se suma que los argentinos le tiraron, para variar, “perromuerto” a medio planeta y pagaron su deuda externa como les dio la gana. Finalmente, el ex ministro de Economía Lavagna, a quien el envidioso de Kirchner echó de mala manera y que ahora tiene aspiraciones presidenciales (junto a Macri, el ex presidente del Boca Juniors. Pero ambos están en nada frente a la maquinaria peronista que controla Kirchner), aplicó esa sencilla receta que aquí dejó Pedro Beltrán y que hemos escuchado muy pocas veces: superávit fiscal y dólar caro (sigue a tres pesos por dólar).
Es que es un país muy rico y aguanta todas las barbaridades económicas desde que Perón y los militares la hicieron polvo desde mediados del siglo pasado. Y me olvidaba del impresionante boom en el turismo que experimenta Buenos Aires, lo que ha hecho que crezca mucho el empleo en el sector servicios. Pero Kirchner, que seguramente ganará las próximas elecciones (al menos que se presente su esposa, la guapa Cristina.
A los argentinos les encanta esa huachafada de meter a la mujer en política), no es un buen presidente. En primer lugar, no es muy demócrata que digamos (como buen peronista. Esos son fascistas de corazón) y no tolera mucho las críticas, lo que ha motivado que, por presiones y deudas, la mayor parte de los medios de comunicación gauchos estén muy “echados” (Clarín y Página 12 son particularmente vergonzosos, con un asedio continuo al digno opositor La Nación). Luego, es un controlista de marca mayor: el Congreso ha vergonzosamente abdicado y le ha entregado la facultad de reasignar el presupuesto como quiera y cuando quiera.
Es decir, los ingresos públicos los maneja como su billetera, a lo Hugo Chávez. Y tontamente está ahogando al campo, el motor de la recuperación económica (44% de las exportaciones o US$20 mil millones), con un tipo de cambio más bajo, limitaciones en qué cortes de carne se exportan, impuestos al comercio exterior (por casi US$3 mil millones) y control de precios interno.
Típico nocivo esquema latinoamericano: el campo subsidia a la ciudad. Por eso la poderosa Sociedad Rural le acaba de hacer una huelga y los expertos dicen que el riquísimo campo argentino está 50 años atrasado con respecto a su eterno competidor Australia (ya ni digamos EEUU o Europa), dado que no hay excedentes para invertir.
Y ha dejado que la inflación ya llegue al 10% anual. De otro lado, ha creado un nocivo clientelismo político para domesticar a los violentos “piqueteros”, matones callejeros a los que subsidia para tenerlos tranquilos. Como corolario, ha promovido que Hugo Chávez invierta US$80 millones del presupuesto venezolano en la cooperativa láctea Sancor para evitar su quiebra y venta. O sea, acude a la billetera de mandatarios extranjeros para evitar las reglas del mercado y Clarín calladito, mientras Página 12 aplaude. ¡Increíble! En el frente externo, ha causado un absurdo impasse diplomático con Uruguay (con Chile las cosas siguen tirantes por el incumplimiento de los suministros de gas), pues caprichosamente se opone a que este país permita la construcción de dos gigantescas papeleras (de origen finés y español.
Son como US$2 mil millones en inversión, algo descomunal para el pequeño país charrúa) en el limítrofe Río de la Plata por ser supuestamente “contaminantes”. Han acudido a la Corte de La Haya por esto y Uruguay ha ganado el primer round. Y sus coqueteos con Chávez son repugnantes. No, no me gusta este Kirchner.
Para nada. Pero sí me gusta Buenos Aires (que quedó tan, tan triste con la derrota de Boca en la final).
1 comentario:
"Ayyyy, no me gusta Kirchner, no, no, nones, no me guuustaaa!!!"
Q nivel, por dios, a este aldito se le quema el arroz bien feo.
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