25 enero 2007

:: Imitar a México

Diario Correo
Por Aldo Mariátegui


Genial el insensible asesor edil que justificó la estupidez de hacer obras en la chorrillana avenida Huaylas, salida a la Panamericana Sur, en pleno verano diciendo que “eso era un tema subjetivo”. Lo que sí puede ser muy objetivo es la necedad humana, típica de los burócratas. Como para meterlo dos horas allí en febrero en pleno atasco. ¡A ver si dice eso otra vez tras el sauna! ¡Burócratas! - Las encuestas están hablando claro: la seguridad pública ocupa el primer lugar de los problemas ciudadanos. Felizmente no estamos aún a niveles brasileños, venezolanos, mexicanos o colombianos, pero parecemos encaminados a llegar hasta ese punto a menos que tomemos medidas eficientes y drásticas (por eso apoyo la pena de muerte. No sólo para pedófilos y terroristas, sino también para secuestradores, homicidas y capos del narcotráfico). Y un gran generador de crimen es el narcotráfico. Por eso, no entiendo por qué aún no se aplica aquí lo que acaba de hacer el presidente mexicano Calderón y que el mismo Alan García prometió al comienzo de su gobierno que iba a hacer.
Me refiero a la entrega automática de narcos a EEUU. Calderón ha enviado este viernes pasado a quince de los capos más importantes (entre ellos el jefe del “cártel del Golfo”, Osiel Cárdenas, el jefe del “cártel del Sinaloa”, Héctor Palma, y el jefe del “cártel Arellano”, Ismael Higuera ) a EEUU y ya hay resultados concretos: el crimen en la convulsa Michoacán se ha desplomado. Es que se han equivocado quienes pensaban que Calderón iba a ser un presidente débil y jaqueado por López Obrador. No sólo ha comenzado fuerte contra el tráfico de drogas, pues tampoco se ha mostrado tibio con la algarada de Oaxaca.
Asimismo, ha dispuesto que 10 mil efectivos del Ejército sean prestados a las fuerzas policiales y ha elevado en 12% el presupuesto para seguridad pública. Y urge construir por lo menos unos tres penales grandes más, porque Lurigancho hace rato que está colapsado y es la más grande universidad del crimen del país. De otro lado, es una burla que en San Jacinto vendan autopartes robadas a vista y paciencia de todos y que los reducidores tengan unas penas tan ridículas que la Policía prefiere soltarlos (como aquel irritado comisario que les dijo: “¿Para qué diablos lo traen aquí si va a salir libre en un par de horas?” a unos vecinos en presencia de un redactor nuestro cuando le llevaron a un fulano que se había hurtado un televisor de una casa). Por eso robarse un auto o un electrodoméstico es un gran negocio en Lima. Una vez fuimos a husmear en La Cachina y allí te ofrecían alquilarte por horas uniformes de policías a determinado precio, con un depósito de 50 soles “por si acaso lo traigas manchado de sangre y haya que lavarlo”.

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