18 enero 2007

:: Vamos a la playa

Columna Diario Correo
Por Aldo Mariátegui

Cualquier persona decente y cuerda no puede dejar de aplaudir la norma sancionada ayer por la noche en el Congreso contra actos racistas. Es evidente que ésta ha sido motivada por la llegada del verano y la reaparición de informaciones de que en algunas (enfatizo “algunas” porque “Coca” Yáñez, Beto Adrianzén y otros caviares suelen decir, no sé si por mala leche, que en “todas las playas del kilómetro 100”) se dan tratos vejatorios racistas, especialmente contra el servicio doméstico. Por allí dicen que existen ciertos clubes playeros donde las empleadas no se pueden bañar en las piscinas, sólo pueden entrar al mar en determinadas horas, siempre deben estar uniformadas y sólo pueden caminar en grupo. No sé cuánto existe de leyenda (porque los caviares, las ONG y los rojos son campeones en agrandar todo), pero evidentemente esas repulsivas situaciones decimonónicas no pueden permitirse. No son sólo indecentes, sino estúpidamente suicidas, pues mucho del resentimiento que avivó la campaña de Humala se originó en este tipo de idioteces. Además, es abusivo, primitivo, inmoral, perverso e ingrato tratar así precisamente a aquellos que ayudan a criar a tus hijos, limpian la intimidad de tu hogar, cuidan a tus ancianos y preparan los alimentos que ingieres. Realmente es una vergüenza si es que se ha dado. De suceder, debe acabar inmediatamente o no se sorprendan que algún Humala arregle eso a balazos en el 2011. Donde sí siempre se da demagogia es con eso de las supuestas “playas privadas”. Estas no existen aquí (y sí en otros países, como la socialista Cuba, EEUU, Brasil y Costa Rica. Y ojo que no me parece necesariamente malo). Lo que uno observa en el sur son clubes playeros que respetan los límites de la playa común. Algunos se quejan de que son “cerrados”, pero esa es precisamente la lógica del club: agrupar a personas como socios que pagan cuotas para realizar determinadas actividades (recreacionales, deportivas, intelectuales, etc…) y gozar de comodidades comunes. Aquí son clubes de casas playeras donde los veraneantes pueden dejar la puerta abierta, a los niños jugando afuera, tener comodidades, y convivir y edificar de acuerdo con ciertos estatutos, solventando esto con su plata. Obviamente, eso no está abierto a quien no es socio. No es “discriminación”, es que así son los clubes. También tienen derecho a vetar a posibles futuros socios, siempre y cuando no sea por condenables motivaciones (racistas, clasistas, etc…), pues nadie quiere tener a un narco o algún tipo de dudosa calaña al lado. Lo que sí no pueden es limitar el acceso a la playa común, cosa que no se daría en el kilómetro 100, pues existen dos corredores peatonales disponibles (Cayma y Palabritas), aunque puede ser muy válida la crítica de que no se respetan los espacios normados para estos corredores. Pero como de costumbre en el Perú, hay mucho de mito y envidia con respecto a estas playas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

llo no zoi rasista pero aprobesho las bentajas deno zer dela malloria.
Mi bieja kiere ke estudie en una unibersidad partikular. Pero komo se ke tarde o temprano me ban a botar de la Katolica por vurro, e ido a comprar mi prospekto a la Zan Marcos. Kuando estuve en la ciudad unibersitaria me di kuenta ke casi tosas las cholitas proletarias me miravan i asta me sonreian. Me senti espesial. En mi barrio soy un kolorado mas, komun y silbestre.
En Zab Marcos e deskuvierto ke soy sexi...