La decisión tomada ayer por el SUTEP de continuar con la huelga va a significar el suicidio de la cúpula que controla arbitrariamente (porque no hay elecciones internas) este gremio.
Posiblemente haya influido mucho el miedo a ser desbordados por Huaynalaya. Ahora el gobierno tendrá que dejar de lado la actitud más blanda que había comenzado a adoptar este fin de semana y asistiremos a una guerra sin cuartel, donde al final va a perder todo aquel que sea derrotado.
Dada la correlación de fuerzas (control del dinero, de los efectivos del orden y de los contratos de trabajo), no lo va a ser el Estado.
Mantener una huelga significa plata, y el SUTEP ya no controla la caja de la Derrama.
Tampoco se les está permitiendo –por lo menos en Lima, lamentablemente no en provincias; ya hay que usar la legislación antiterrorista en Juliaca y Huancayo contra los incendiarios– que tomen las calles y se les está procesando judicialmente. Y ya comenzaron a rescindirse los contratos de los que faltan más de cinco días, así como a sancionar a los directores que no abran sus colegios. Y Huaynalaya está con tarjeta amarilla, porque en cualquier momento se le declara reo ausente y deberá ir a Piedras Gordas. No creo que aguanten un mes de esta necesaria e implacable presión. Por eso creo que los sutepistas se han suicidado al no haber variado su estrategia política.
Han sido muy brutos, porque han podido sacar algún acuerdo este fin de semana para salvar la cara y replantear su accionar. Pero no olvidemos que Patria Roja vive políticamente de la protesta.
No es un partido ni de masas (tipo el APRA) ni de cuadros (tipo el PPC y los caviares), ni caudillista (tipo el fujimorismo, el ollantismo y el aprismo en cierta medida con Alan) ni de ideas (como lo fueron Libertad o la Democracia Cristiana en su momento, que cambiaron la agenda ideológica del país en los 90 y 70). Así como los moscovitas del antiguo PCP-Unidad subsisten sólo por controlar la CGTP (cuya columna vertebral es Construcción Civil), Patria Roja existe por el SUTEP.
Sácalos de ese bastión y se extinguirán. Por eso se oponen a “un maestro, un voto” o a aceptar la nueva Ley del Maestro, porque necesitan el mangoneo y el conflicto para no desaparecer. En lo que sí el gobierno hasta ahora no ha sido eficaz es en el tema comunicacional.
La huelga magisterial pudo abortarse desmintiendo las falsedades que han asustado a muchos maestros, las que tanto Huaynalaya como Javier Diez Canseco han estado malévolamente repitiendo, como que van a darse “despidos masivos”, que todo esto se hace para “llenar de apristas al magisterio” y que se va a “privatizar la enseñanza” (cuando la idea es “municipalizarla”. ¿De cuando acá una municipalidad es privada? Además, este proyecto está muy verde).
Chang se quedó en este terreno y permitió que estos charlatanes le ganen la mano con sus mentiras. No sé qué espera el ministerio para lanzar una muy vigorosa ofensiva mediática que –muy machaconamente– desinfle estos infundios.
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