No suelo comentar hechos personales, pero éste vale la pena. Nadie está libre de caer en manos de médicos para quienes el “Juramento Hipocrático” es una payasada.
Convivo con una española desde hace un bienio, con un hijastro –mejor dicho hijo, ya que lo quiero y considero como tal– de seis añitos. Andaba con calentura desde el domingo, pero nada grave. Ayer tras el almuerzo, su joven abuela, de visita aquí, lo ve muy enrojecido. Termómetro adentro… ¡40 grados de fiebre! La cabeza le duele muchísimo, lo que preocupa más porque no es quejoso. Llamo a la madre y me indica que lo lleve al cercano pediatra, que allá nos alcanza.
Llegamos casi al mismo tiempo (2:40 pm) a “Pediatras Asociados” (Santa Cruz 647, por el óvalo Gutiérrez). Mientras cuadraba, ellos se cruzaban con el Dr. Javier Ferreyros Kuppers (y una hamburguesa), que ya lo había atendido antes.
Entro y los encuentro esperando, pues me cuentan que les hizo un ademán de que iba a almorzar y subió. “Uuuy”, pensé, “éste prefiere tragar antes que atender la emergencia de un niñito”.
Ojo, mi pareja no es de llevarlo al médico a cada rato (¡todo lo contrario!) y Ferreyros sabía de sus dos neumonías anteriores, pues es paciente allí desde hace casi cuatro años. Veinte largos minutos. Apremio a la secretaria. Lo llama por el interno. No le contesta, así que envía al conserje a avisarle (para esto sólo estaba presente una señora –que llegó después– con sus hijos para una revisión de rutina).
Por fin bajó, despacito, limpiándose el hocico. Corta cualquier diálogo con un gesto y adelanta que no lo atenderá “porque no tenía cita”.
“Oye –le digo–, ¿has escuchado del ‘Juramento Hipocrático’? ¿No ves que está muy mal, que es una emergencia?”. Contesta que “era un consultorio y que no atendía emergencias”. Le repliqué que no sólo debía auxiliar urgencias como médico que era, sino que este adolorido angelito –que volaba en fiebre, con la cabeza estallando– era un paciente y un cliente suyo desde hacía tiempo y que seguro a la señora no le molestaría que le robemos unos minutos.
El muy monstruo siguió indiferente. ¡Qué ganas de meterle un buen puñetazo (no se puede pues, por la chamba)! Y ni miraba al sufriente chiquito. ¡A mi perro lo han tratado mil veces mejor en la veterinaria!
Antes de irnos le advertí que esto iba a ser público para que lo conozcan de verdad (porque le encanta salir en medios como el pediatra preocupado, sabio y cariñoso). Balbuceó que “lo lamentaba”. Le respondí que aún no lo lamente, ya que lo iba a lamentar de verdad después, porque no sólo cumplo con contárselos para que vean la cucaracha que es, sino que lo voy a denunciar (por eso me he aguantado y no le he puesto aquí las lisuras que se merece).
Del “Juramento Hipocrático”: “Consagraré mi vida al servicio de la humanidad (¡No de las hamburguesas!). Practicaré mi profesión con conciencia y dignidad (¡Sólo en consultorios y con cita!). La salud de mis pacientes será el objetivo prioritario de mi trabajo (¡Qué reviente el niñito!)”.
¡Feliz Navidad, Dr. Ferreyros (¿o Mengele?)! ¡Cargue tranquilo al Niño Dios, que no tiene fiebre!
¡Alan, haz ministro de Salud a éste! ¡Mándenlo a Pisco!
3 comentarios:
Hildebrandt se ha vuelto loco, dice que Jesus fue caviar en La Primera.
En www.connuestroperu.com hay algo bueno sobre eso.
Es el famoso juramento hipócrita, y ni hablar de los que se meten en áreas que no les competen o sólo piensan en el dinero. Si Hipócrates los viera se avergonzaría y les daría una patada en el diploma universitario.
Tuve la desdicha de que atienda a mi nena.....ni más con este dr, parece que te hiciera un favor en vez de que cumpla con su trabajo que además es remunerado , no gratuito. Ya no deberían darle tribuna en ningun lado...
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