A propósito de lo que escribí ayer sobre el cuartel San Martín y la necesidad de que Lima tenga un megacentro de convenciones, un amigo que lidera una transnacional aquí me manda el siguiente correo electrónico, duro, preciso, ácido y divertido (por eso es mi amigo):
“Sobre lo que escribiste ayer, te cuento que en mi compañía XXXX (una multinacional mediana) se hacen todos los años convenciones regionales para los doce mil distribuidores de Sudamérica. Como buen peruano, hice todo lo posible para hacerla el 2009 en Lima y ya salirnos de lo típico de acabar en Brasil, Colombia o Argentina. ¡Me fue imposible, no hay un solo centro de convenciones o un simple “venue” para más de cinco mil asistentes en una ciudad de ocho millones de habitantes! Antes por lo menos estaba, mal que bien, el cumplidor coliseo ‘Amauta’, pero hoy anda destruido y en una zona ya muy deteriorada.
Ergo, mis reuniones se hacen en otros países de la región que sí tienen por lo menos coliseos –no hablo ya de centros de convenciones– decentes. ¿Sabes lo que se ha perdido la ciudad en ingresos turísticos, hoteleros, recreativos, comerciales, etc… tan sólo con mi organización? Haces tres eventos nomás de esos y los municipios se tapan en plata. Acuérdate cómo movió dinero lo del BID, y eso fue medianito nomás. Nunca pensamos en grande, somos unos mediocres siempre. ¡Es que ni siquiera tenemos un lugar decente para una convención pequeña de 1,500 a 2,500 personas, puedes creerlo! ¿El Vértice del Museo de la Nación? ¿El Jockey? ¿El María Angola? ¡Son enanos! ¡Todo esto es ridículo y tan frustrante!
Te doy otro ejemplo: desde abril hasta noviembre el balneario uruguayo de Punta del Este prácticamente se quedaba vacío durante la temporada invernal. Desde que se dieron incentivos para que el Hotel Conrad construyera un tremendo hotel con un centro de convenciones gigante, la ciudad recibe convenciones todo el año –tanto argentinas, brasileñas como europeas–, generando un montón de empleo y rompiendo el ciclo de que sólo haya movimiento durante la temporada. Sigamos nomás haciendo minieventos en sitios enanos... Y por favor, no dejes de joder siempre con la estafa del peaje de Kouri en la Faucett. ¡Es la puerta de entrada a la ciudad! También con el espantoso final de la avenida Ramiro Prialé, que lo hace sentir a uno en Uganda sin haberse movido al Africa. ¡Qué horror! Ese es un monumento gigantesco a la desidia y a la incompetencia. Después me van a venir a contar el cuento de que Verónica Zavala es una buena ministra… ¡Ese desastre tercermundista está a tan sólo veinte minutos de Lima y a la salida de una vía vital! ¡Inaceptable! ¡Inadmisible! ¡Ni en Chumbivilcas se debe aceptar eso! ¡Tecnócrata palabrera de escritorio y pizarrón! En mi firma no duraría dos días. ¡Van a aguantarle los gringos esa pachocha! Como Donald Trump, Alan debería gritarle: ¡You are fired! Y el alcalde Castañeda también podría hacer algo allí útil en lugar de fuentecitas estúpidas. ¡Menos planes y más acción! ¡Acción, acción, carajo! Eso nos falta”.
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