La dictadura de Pinochet quedó herida de muerte el 5 de octubre de 1988, cuando perdió un plebiscito (56% a favor de su salida versus 44% en contra) que dirimía si él permanecía en el poder hasta 1997 o se convocaban a elecciones presidenciales al año siguiente. Pinochet se reunió con el resto de la Junta Militar esa noche y manifestó su intención de quedarse, pero la oposición del resto de uniformados lo hizo retroceder. Pues bien, traigo esto a colación porque Venezuela se juega su destino este 2 de diciembre, cuando su ciudadanía va a escoger entre hundirse definitivamente en una dictadura fascista (¡hasta se plantea la estupidez de que los menores de 16 años tengan voto!) o conservar aún las preciosas libertades públicas que mantienen.
Los sondeos indican que los números están en contra de Chávez y que éste tendría que recurrir a un fraude escandaloso para retener el poder. Es que no sólo tiene al antichavismo inicial militante de las clases medias y altas en contra.
También actualmente existe mucho descontento en el pueblo por la escasez de alimentos, por las colas, por el dólar carísimo en el mercado negro, por la corrupción ostentosa de los “Boligarcas” (los funcionarios pericotes de la “Robolución”. Las camionetas Hummers de los chavistas son el equivalente a los autos Dodge Koronet que manejaban aquí los de la argolla velasquista) y porque a muchos les irrita que se destine dinero del petróleo a financiar aventuras personales externas. Y si bien lamentablemente al pueblo latinoamericano no le interesa a menudo las libertades (aquí ya vimos cuanta gente –el “electarado”, como bien lo definió “Heduardo”– votó por el fascismo en las elecciones pasadas y es palpable que Fujimori mantiene aún muchos simpatizantes), existe gente en las clases populares que apoyan a Chávez, pero que ya creen que está acumulando demasiado poder en sus manos y es bueno pararlo. Además, el tipo satura con sus largos discursos en cadena televisiva, sus maratónicas intervenciones en la radio y sus manifestaciones cada dos por tres. Ojalá, ojalá que el pueblo venezolano demuestre gallardía y le meta un portazo a estas intenciones dictatoriales.
Como hoy espero que los abogados de Lima demuestren que el CAL aún vale algo y no voten por el candidato de Chávez. Sería una vergüenza que una institución que defendió las libertades públicas tanto durante la dictadura de Velasco –donde deportaron a varios de sus directivos– como bajo el período final de la “dictablanda” de Fujimori se entregue a quien representa la encarnación del velasquismo. Es cierto que la profesión anda por los suelos y que cualquiera, cualquiera es abogado (es mi caso. Estudié esta carrera por gusto y la aprobé fácil, sin mayor esfuerzo e interés en la que se suponía era mejor y más exigente facultad de ese ramo en Lima), pero demuestren que no son “electarados” sino hombres de ley que creen en el Estado de Derecho. A ver muchachos, no sean cagones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario