07 noviembre 2007

La flor de La Cantuta (07/11)

Preocupante este regreso de Sendero Luminoso en Lucanas con esos volantes llenos de “listas negras”, tanto como ese rebrote ideológico en La Cantuta que hace poco denunció Caretas. Dicho sea de paso, parece que a esa universidad siempre se ha ido a joder y no a estudiar para ser buenos maestros públicos.

Es que el radical ánimo jodedor en La Cantuta viene desde muy atrás. Ya habían armado tremendos desmanes en una época tan tranquila como abril de 1960, bajo la batuta de su rector Walter Peñaloza Ramella (un intelectual rojo que después fue el primer director del diario La Prensa ocupado por los militares velasquistas en 1974. Antes fue nombrado embajador en Alemania durante el primer belaundismo, lo que no le incomodó para servir a la bota de Velasco. Ya muy anciano, el ministro toledista de Educación Sota Nadal lo resucitaría como asesor. Murió hace relativamente poco).
En aquel tiempo, Prado mostró pantalones y retomó el local capturado, limpiándolo del rojerío extremista. Estos regresaron, cuándo no, con Belaunde, y los tumultos fueron diarios de 1964 en adelante, tanto así que los militares tuvieron que hacer una gigantesca redada en febrero de 1977, donde detuvieron a 650 estudiantes radicales y los recluyeron en el Leoncio Prado. Hubo un estudiante muerto en esa purga.
Y no sólo fue una cantera de terroristas en los 80, sino que allí nacieron nefastos grupúsculos radicales y revoltosos como Bandera Roja (la madre de SL) y Vanguardia Revolucionaria, que fueron muy poderosos en dicho claustro (¿cómo podían creer en esas estupideces?) hasta que Patria Roja les tomó el relevo en los 70 y luego ésta fue suplantada por la hegemonía de SL.
Es que si hacemos un balance, La Cantuta ha sido más dañina que positiva para el país, porque tampoco es que haya destacado por su excelencia académica, lo que se refleja en el pésimo nivel que tenemos de profesores públicos.

Y sobre los bárbaramente asesinados por el Grupo Colina, crimen execrable a castigar, no hay que caer tampoco en la inocentada de hacerlos unos héroes a todos ellos, pues existen muy fuertes indicios (ver el libro El Crimen de La Cantuta del periodista izquierdista Efraín Rúa, muy poco sospechoso de “derechista” o “militarista”) de que el catedrático Hugo Muñoz (ver págs. 51, 63 y 64 y 109) y por lo menos los estudiantes Juan Mariño (págs. 40, 71 y 99), Robert Teodoro (pág. 39) y Bertila Lozano (págs. 79 y 80) eran muy, muy, muy, muy cercanos a Sendero…

Cuenta Ricardo Uceda (autor del magnífico Muerte en el Pentagonito) que los militares estaban convencidos de que el sangriento bombazo de la calle miraflorina Tarata había salido de La Cantuta (pág. 324) y que el soplón que señaló a quienes se llevarían los asesinos del Grupo Colina fue Octavio Mejía, el decano de Ciencias, que conocía muy bien lo que pasaba allá adentro y que desaparecería misteriosamente después (pág. 328). Uceda también afirma que Muñoz era senderista (pág. 334).
Así que a tratar con mesura los homenajes. Tampoco echar tantas flores. Menos de cantuta...

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