- Sólo un ignorante, un malintencionado, un rojo ideologizado, un mal peruano, un inútil o un necio puede no regocijarse con esta aprobación del TLC conseguida ayer tan laboriosamente en la cámara baja estadounidense. Tienes que ser algo de eso para no aplaudir haber logrado el ingreso perpetuo e irrestricto de nuestros productos sin aranceles al mercado más grande del mundo, más aún cuando esa posibilidad parece que ya se cerró de ahora en adelante para el resto de países. Es un carné de oro para un club casi cerrado. Gracias Toledo, García, Ferrero, Aráoz, Lemor, FOZ y Aldo Defilippi (AmCham) por esto. Como también Bush, Zoellick, Schwab, el republicano Jim McCrery y el demócrata Charles Rangel, que lo empujaron mucho.
Es más, incluso son tan ciegos y mezquinos que no se dan cuenta de que los demócratas han establecido una serie de condiciones laborales y ambientales de las cuales se pueden asir para defender sus derechos. En lugar de una huelga si ocurren abusos laborales, pueden ahora ir a quejarse allá –de tener sustento– y desarmarlos. Ya ocurrió aquí con algunas textileras que estaban incumpliendo la ley. Los trabajadores se quejaron a la transnacional española Zara y sus proveedores locales calladitos tuvieron que suspender sus abusos.
-Cuando leo la lista de aquellos representantes estadounidenses que votaron contra el TLC, me pregunto si es que los latinos tenemos algún tipo de maldito gen o de indestructible atavismo cultural que nos suele inclinar hacia el rojerío, el estatismo, el populismo, el paternalismo, el apego a ser pobres, a la envidia, a ser mediocres, a ser perdedores, a ser unos eternos pedigüeños mantenidos. A ser cagones. O es que simplemente en EEUU el peor enemigo del latinoamericano es el hispano que reside allá (no los cubanos, ojo, que sí se mimetizaron rápido con la cultura capitalista de competir, de triunfar, de buscar siempre con actitud ser alguien –Robert Goizueta, quien llegó a ser nada menos que presidente de la Coca Cola de 1980 a 1997, es el mejor ejemplo de esto–, y por eso están entre los que roncan económica y profesionalmente en Miami, algo que los mexicanos o los portorriqueños no han podido replicar en Los Angeles y en Nueva York, respectivamente.
Salvo pocas excepciones, votaron en contra nuestra la mayor parte de congresistas yanquis de origen hispano (Joe Baca de California, Raúl Grijalva de Arizona, Luis Gutiérrez de Illinois, Ed Pastor de Arizona, Ciro Rodríguez de Texas, Loretta Sánchez de California, José Serrano de Nueva York, Nidia Velásquez de Nueva York y Linda Sánchez de California). Y si uno oye con los ojos cerrados a Raúl Grijalva o Linda Sánchez, fácil podría pensar que se trata de Johnny Lescano o Janet Cajahuanca (escribo adrede correctamente los “nombres” de ambos personajes).
Viven allá y no les entra la idiosincrasia ganadora anglo, la ética protestante que parió al capitalismo, la que describió el genial pensador alemán Max Weber (La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Recomiendo su lectura).
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