El otro día dialogaba con un historiador y éste me decía que un problema peruano común al examinar la historia es que la hacemos “presente”, la trasladamos al ahora en lugar de guardar la perspectiva de que fue ayer; la “presentizamos”, sostenía. Pero al mismo tiempo somos “pasadistas”, agregaba, siempre miramos hipnotizados por el espejo retrovisor, no hacia adelante. Concuerdo.
Uno habla con algunos tacneños y siente como que la guerra con Chile fue el miércoles de la semana pasada. Se han quedado congelados como esos personajes de Faulkner, esos arruinados aristócratas del sur de Estados Unidos que hablaban todo el día de los invasores yanquis y la guerra civil en pleno siglo XX. Como cuando enciendes la tv cubana y pasan Bahía de Cochinos a cada rato.
Es el “presentismo pasadista”. Alan García la recontrafregó en los 80, ergo, un sector de la derecha y el caviarismo vinculan cualquier acto gubernamental actual con el “Aprocalipsis” para criticarlo. Y desde el idiota rojerío se le cuestiona por no seguir ahora el ideario aprista de... los años 30. García no puede ser el joven Haya ni “Alan Damián” porque simplemente está en el globalizado siglo XXI: “Yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega y Gasset).
Leo una columna este sábado en una revista gratuita donde más o menos el autor sugiere, entre líneas, que de alguna manera está sucediendo ahora otra vez algo como la salvaje explotación de los indios selváticos para exportar caucho con la extracción actual de los recursos naturales, extrapolando a nuestros días una barbarie que se dio... a comienzos del siglo XX. Es decir, un poco más y se nos dice que Roque Benavides es el moderno cauchero Arana (¡curiosamente, se apellidó como el cura!) y se la está pasando violando campesinas, azotando pongos, matando viejos, vendiendo niños y quemando aldeas en Cajamarca (o que seguramente no lo hace por las providenciales ONG). De más está decir que el argumento, además de falaz, “malero” y capcioso, peca tremendamente de este “presentismo pasadista” histórico. ¡El cauchero Arana! ¡Este sí que se fue más atrás de Redoble por Rancas y El tungsteno! (¿por qué ningún izquierdista ha escrito sobre las espantosas tropelías ambientales de la estatal Centromin de 1971 a 1994?). Posiblemente la próxima vez escribirá sobre los abusos en la mina colonial Potosí y Doe Run. Es como esos compatriotas que piensan que todos los chilenos de hoy son automáticamente unos desalmados como Patricio Lynch y que relacionan la Guerra del Pacífico a cualquier problema actual con ellos.
No entienden que Bachelet no es Aníbal Pinto ni Pinochet era Portales ni los Pantanos de Villa eran Arica. Nos devuelven libros –no tenían la obligación de hacerlo– y la estúpida respuesta inmediata es que “faltan muchos más”, en lugar de valorar el gesto. Unos siguen con Arana de 1902 y otros con Arica de 1880... ¡Que así no se avanza!
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