1) Félix de Azúa es un buen poeta español que fue de izquierdas. Hace poco publicó el artículo “Longevidad del resentimiento” (en El País), donde hace un mea culpa de lo estúpida que fue la izquierda española. Dado el monumental daño que la izquierda local nos ha hecho –y hace– desde todas sus variantes (Velasco; Sendero, MRTA y sus actuales compañeros de viaje caviares, que siguen con su unilateral revisionismo cultural y político de la guerra antisubversiva a través de juicios, comisiones y monumentos; el SUTEP a la educación; la CGTP al sindicalismo; JDC y las ONG a la inversión privada), sería bueno que algún día hagan algo así (sólo Pedro Francke y Luis Pásara lo han intentado).
Transcribo una parte: “Recuerdo perfectamente con qué ferocidad despreciábamos a Adolfo Suárez (nota: el político español que hizo la difícil transición desde el franquismo). El plural se refiere a la izquierda de aquellos años. Ni siquiera le odiábamos, era demasiado insignificante. Un burócrata que sólo suscitaba el sarcasmo, un trepador cuyas contradicciones podían facilitar la insurrección proletaria. Es cierto que le había votado una mayoría de la población, pero ya se sabe: los españoles son franquistas, borregos, rancios. Supongo que eso es lo que piensan de Zapatero muchos nacionalistas. Luego pasamos a despreciar a (Felipe) González.
Algunos habían sido compañeros suyos en la Universidad de Sevilla: un chisgarabís, un pelmazo del que huía la gente. Los sarcasmos contra Suárez se hicieron más virulentos contra González. Basta con releer lo que escribían las grandes plumas de la izquierda sobre la entrada de España en la OTAN. Ahora, cuando el país va regresando inexorablemente al Ruedo Ibérico, nos percatamos de que Suárez y González fueron una bendición inmerecida para una casta intelectual fatua y microcéfala. Un par de políticos inteligentes, prudentes, hábiles, que nos libraron de nosotros mismos.
Si hubieran triunfado los míos, por ejemplo, Cataluña habría sido una república popular maoísta. Nunca se lo agradeceré suficientemente a Suárez y González”.
- Hugo Chávez sigue tratando de controlar el floreciente mercado negro de víveres y las presiones inflacionarias sin ir al fondo del asunto (desaliento de la producción por precios inadecuados y excesiva emisión de moneda). Así, le ha eliminado el IGV a los alimentos para que éstos no suban de precio...
También ha flexibilizado la disponibilidad de dólares para compras por internet y para viajar, pero la intención es mantener un irreal tipo de cambio oficial de 2,150 bolívares, cuando el dólar vale cuatro mil bolívares en el mercado negro. Está curando una TBC con aspirinas. Mejor que haga como Kirchner, que acaba de botar a los encargados de contabilizar oficialmente la inflación. O como Cuba, que tiene unos magos que le dicen a Fidel que la isla ha crecido 12% el año pasado, estupidez que repite Evo Morales. Cuba aguanta nomás porque Chávez le regala 80 mil barriles diarios de petróleo. Antes los subsidiaba el oso soviético. Ahora el papagayo bolivariano.
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