Venezuela, a diferencia de nosotros, no se destaca por su culinaria. Su plato más representativo es el “Pabellón criollo”, carne mechada con arroz, frejoles y plátanos. Nada más. Es el plato más usual junto a las “arepas” (un pancito de maíz). Lo trágico es que el pabellón está escaseando allá porque la economía es implacable. Chávez podrá nadar en dinero por el petróleo (sus RINs se ubican en US$36 mil millones), pero todo el sistema de control de precios que ha impuesto desde el 2003 sobre los alimentos ya ha colapsado y así están escaseando la carne, el azúcar, el arroz y el pollo en Caracas. La gente ya está pagando un promedio de 70% sobre el precio controlado para llenar la canasta familiar. Se paga el doble por el pollo.
Y esta información proviene nada menos que del Banco Central local. Es que no se entiende que los precios son simples transmisores de información de cuánto cuesta hacer las cosas y cuánto está la gente dispuesta a pagar por ellas, así que distorsionarlos artificialmente a la baja sólo genera escasez al rebajar la oferta, por más que el país nade en petrodólares. Es como aquí bajo Velasco, cuando tuvimos que importar papas de Holanda. A esto hay que sumarle que el índice de inflación oficial en Venezuela ya es de 17%, el más alto de Latinoamérica. Y ojo que sólo en enero pasado la inflación general superó el 2% (en víveres fue de 4%), que es lo que más o menos tuvimos nosotros en todo el año. Ya la comida ha subido en un tercio en los últimos doce meses. Es que la emisión monetaria se ha desbocado, porque el Perón tropical ordenó que se imprima un 66% de bolívares más el año pasado.
Por eso el dólar en el mercado negro supera los cuatro mil bolívares contra los 2,145 bolívares de cambio oficial. Y paradójicamente, existen divisas en el emisor local, pero las importaciones de alimentos han colapsado desde diciembre por las regulaciones comerciales. Vas con dólares a Caracas y la gente te persigue para cambiarlos por lo bajo.
Claro, ya se está acusando y persiguiendo a los malvados “especuladores” y “acaparadores”, efectos y no causas de hacer imbecilidades económicas. Regalarle US$4 mil millones a Argentina en compra de bonos, ser el país de la zona que más gastó en armas (US$4,300 millones), subsidiar a Cuba con 80 mil barriles diarios y ponerse de futuro padrino de Bolivia y Ecuador cuesta mucho dinero que se podría usar en cosas más sensatas. Sorprende cómo se pueden repetir estas estupideces populistoides una y otra vez. Esto de los mercados negros por control de precios es tan antiguo y obvio que no entiendo cómo alguien puede volver a caer en ello otra vez. ¡De la que nos libramos con Humala! Deberían condecorarnos con la Orden del Sol a los pocos periodistas que nos la jugamos para pararlo. ¡Puf!
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