1) “Follow the money” (“sigan al dinero”) es el principal consejo que les dio el anónimo informante “Deep Throat” a los periodistas Woodward y Bernstein de The Washington Post cuando investigaban el escándalo “Watergate”, que tumbó a Nixon. Descubrieron que desde México se “lavaba” la plata para la campaña republicana y el resto es historia conocida. Lo mismo debería ocurrir con las ONG: el Estado debe conocer todo el circuito de la plata para ver si no se está metiendo el chavismo, la violencia radical, el narcotráfico o el islamismo fundamentalista. Ya vemos cómo está llegando aquí de Bélgica a radicales locales para joder en Majaz. Pero Lechuzón y los demás genios del TC cortaron parte de esta necesaria supervisión con su fallo. Todo porque el influyente grupito de los caviares armó escándalo, porque siempre se creen los protagonistas y seguramente temían que se conociesen los sueldazos que cobran, cosa que es estricto problema de sus ingenuos donantes (porque no veo otro problema en que simplemente informen cómo han gastado el dinero).
¡Tontos! Con ellos no era la cosa. Es con Chávez y los radicales, que se quieren cargar al país. El propio ex presidente boliviano Quiroga hace poco alertó aquí de esta amenaza y explicó pacientemente a varios editores que Chávez usaba a varias ONG para infiltrarse, por lo que ameritaba supervisarlas. Pero en algunos fujicaviares pesó más su egoísta estrategia de limpiar su pasado fujimorista adulando a los caviares, y editorializando a favor de éstos, que pensar en su país. Que quede en sus conciencias.
2) Uno ve la potencia en la que se ha convertido China y se pregunta dónde estaría ésta ahora si no hubiera sufrido la desgracia de que el generalísimo Chiang Kai-Shek y su partido Kuomintang –del cual Haya era un gran admirador– fueran derrotados en 1948 (gracias a la desidia de Truman, un granjerito de Kansas que accidentalmente llegó a la presidencia de EEUU. Por eso siempre le persiguió la pregunta “Who lost China?”) por ese monstruo asesino y reaccionario llamado Mao, que sumergió a ese país en la larga pesadilla del comunismo, matando a millones de personas y haciendo caprichos absurdos en campañas como el irónicamente llamado “Gran Salto Adelante” (industrialización primitiva y dirigista que acabó en el fracaso más absoluto) o la “Revolución Cultural”, bárbaro proceso en los 60 por el cual los adolescentes guardias rojos vejaron y asesinaron a científicos, educadores y pensadores, incitados por Mao.
La verdad, esa pregunta ya me la había hecho años atrás luego de conocer Taiwán y Hong Kong, una islita y una peninsulita que estaban en esos momentos a años luz de China en cuanto a desarrollo. Si China hubiera adoptado el capitalismo en 1948, la segunda mitad del siglo XX no hubiera sido de absoluta hegemonía estadounidense.
En el fondo, Mao le hizo un favor a EEUU al sumergir a su pueblo en el oscurantismo.
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