-Pocos de los pacientes lectores que nos siguen ignoran nuestra posición crítica frente al monumento caviar “El ojo que llora”. Realmente nos pareció escandaloso e indignante que la artista holandesa Lika Mutal –auspiciada por las ONG de esa tendencia– haya cometido la estupidez de colocar nombres de terroristas al lado de sus víctimas, cuando lo que se merecen esos asesinos miserables es el oprobio.
¿O ella hubiera inscrito nombres de ocupantes y colaboradores nazis al lado de los caídos de la resistencia holandesa? Sólo los caviares y los “fujicaviares” (personas que trabajaron para ese régimen en sus horas finales y que ahora de manera estridente adulan editorialmente a los primeros para pasar “piola”) defendieron ese disparate. Otros no entendieron que nuestros cuestionamientos disputaban la insidiosa y continua ofensiva ideológica caviar, que siempre busca erigirse en el “pensamiento guía” del país, en lo que en EEUU se llama una “cultural war”, un conflicto contra la pretensión de que la agenda caviar de la CVR y las ONG nos lave disimuladamente las mentes y se vuelva el “sentido común” hegemónico, algo que ya la izquierda logró brevemente en décadas pasadas (¿no se acuerdan cómo no se podía cuestionar la Reforma Agraria hasta bien entrados los 80 sin ser tildado de poco menos que demente o fascista?).
Esta estrategia recoge básicamente las ideas del marxista italiano Antonio Gramsci, que sostenía, a contraposición de Lenin, que era mejor capturar primero el sentido común antes de intentar tomar el poder. Sin embargo, lo sucedido ayer es totalmente condenable.
Tanto porque el vandalismo es una de las cosas más negativas que hay como porque no se le puede faltar el respeto a los muertos. Pintar y romper así ese monumento es casi una profanación (distinto habría sido si el timorato alcalde Ocrospoma hubiera tenido los pantalones para sacar los nombres de los terroristas de allí dentro de sus atribuciones públicas; eso hubiera desinflado pasiones). Y es una peligrosa escalada hacia una polarización que puede conducir a la violencia política. Además, es tonto hacer eso, porque le han dado munición a los siempre plañideros caviares para que hagan una telenovela llorona. -Filipinas tiene situaciones políticas que se nos asemejan. Alberto Fujimori tuvo mucho del dictador Ferdinand Marcos (y curiosamente, su hija Keiko se parece mucho a su esposa Imelda), sólo que Marcos murió impune en su exilio hawaiano porque los gringos no lo devolvieron (les sabía demasiadas cosas).
Ahora leo que el ex presidente Joseph Estrada –que antes fue actor de películas locales al estilo Arnold Schwarzenegger– ha sido condenado en Manila a cadena perpetua por corrupción (nada menos que US$875 millones desaparecieron antes de que fuera derrocado el año 2001) tras un proceso que ha durado seis años.
El problema es que Estrada –actualmente bajo detención domiciliaria– es muy fuerte entre las clases populares y muchos creen que puede ganar las próximas elecciones en el año 2010. Bueno, por lo menos no huyó, no renunció por fax y no candidateó para un Senado extranjero.
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