24 marzo 2007

:: Cosas de abogados (24/03)

Leo algunos argumentos de los abogados sobre el reciente caso de la Católica y no puedo menos que sonreír. ¡Qué cierta era esa frase de Haya de que “los abogados son sastres que le pueden hacer un terno hasta a un jorobado”! Estudié esa carrera (no economía porque era muy malo para números ni historia porque temía morirme de hambre después) y hasta saqué el número del CAL, pero la verdad nunca me gustó el mundo de los “doctores” y ya tenía claro que haría un postgrado afuera de lo realmente mío, que fue finalmente periodismo y ciencias políticas en España. Derecho en mi época era el refugio de aquellos a los que nos gustaban las letras y que no éramos tan románticos como para estudiar literatura o filosofía. Por lo menos uno sabía que de abogado no te iba faltar para la olla (litigas, haces divorcios, tramitas, etc.).
Aunque en perspectiva, mejor hubiera estudiado Administración. Es más útil y varía menos (a mí me cambiaron de Constitución, de códigos Civil y Penal y de leyes laborales).
Derecho era fácil, pero nunca conecté con tanto palabreo inútil, tanto argumento sofista, tanta hipocresía respecto a la Justicia, tanta inclinación a complicar cosas simples, tanta pomposidad, tanta pedantería al citar a juristas como los Messineo, tanta tontería en usar una jerga abstrusa en los escritos judiciales, tanta doble moral y tanta corrupción con la que uno se encontraba ya en el PJ como practicante (esa forma de servidumbre moderna).
Terminé convencido que el mundo no se puede dejar en manos de los abogados (la carrera de la mayoría de nuestros políticos). Y doy un ejemplo para que vean la mentalidad. Llevaba Mercantil I con un destacado abogado y muy polémico ex ministro belaundista fallecido prematuramente.
Llegó el parcial y la única pregunta era “Diferencia entre condominio y sociedad anónima”. Cogí la hoja y tracé una línea al medio.
A la derecha puse “condominio”, a la izquierda puse “S.A.” y enumeré correlativa y puntillosamente sus particularidades y diferencias en dos caras. Saqué 07, así que fui donde el profesor. Este me mostró dos exámenes de condiscípulos que habían escrito como 20 páginas para sacar un 16 –llenas de latinazgos y huevadas repetitivas– y me dijo que eso era lo que esperaba.
Le contesté que por lo menos me pusiese 10, que me había preguntado la diferencia entre un perro y un gato y que se notaba –ampliamente– que yo sabía que uno era canino y el otro felino, que uno ladraba y el otro maullaba, etc.., así que no era para jalarme tan feo. Como comenzó a ponerse muy hostil y era terquísimo, decidí una retirada estratégica y me concentré en el final.
¡Juro que nunca he escrito tan largo y he palabreado más “aire” repetitivo que en ese examen! Llené 20 páginas y me saqué 15 (sospecho que no quiso ponerme más), así que pasé con 11. Recogí el examen, lo tiré al tacho y terminé de convencerme de que no iba a ser abogado. No los respetaba.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay abogados que con sus fechorías opacan al más avezado delincuente del bajo mundo. Como hay 'periodistas' que viven en los albañales que hablaba Gonzáles Prada:
A ambos los vemos en la tele, los escuchamos en la radio y los leemos en los diarios.

Anónimo dijo...

Este es el posteo mas patetico que le he leido al miserable de Aldo Mariategui. Ahora sabemos que en realidad todo viene de su insatisfaccion consigo mismo: el pobre hombre no pudo (o no supo) estudiar algo que le gustara realmente. De ahi sus rencores y complejos.
Y todo ese rollo solo porque le han demostrado que la PUCP lleva las de ganar. Ja, miserable.