Me han pasado las reflexiones de un observador político que creo interesantes de publicar –algo editadas– para el debate respectivo: “Es público que ahora se está tratando de usar la evaluación del personal congresal como modelo para toda la administración pública. La evaluación del Congreso no debe ser el ‘benchmark’ de nadie... Pues se abdicó del ‘expertise’ técnico exclusivo del personal evaluado y del control de transparencia del procedimiento usado. Lo primero consiste en que sólo por ‘los pergaminos’ de ESAN se le encomendó a ésta que evalúe. ESAN lo hizo a partir de dos ejes: suficiencia ocupacional y potencial de desarrollo. ¿Qué instrumentos utilizó? Se conoce solamente uno.
¿Cuál es? El examen al que se sometió a 680 trabajadores. ¿Y qué se evaluó? Razonamiento matemático y otras competencias intelectuales. Los evaluados profesionales me comentaron que era el típico examen al postgrado de ESAN. Adicionalmente, se hizo algunas pocas preguntas –memorísticas– sobre el reglamento del Congreso, un número desproporcionado de preguntas relativas al reglamento interno de trabajo (¡como si las habilidades a evaluar fueran sólo las de RRHH!) y algunas de cultura general mal preparadas (por ejemplo, que quién era el secretario general de la ONU y el presidente de la Corte Suprema. Quien hizo el examen no sabía que ni Ban Ki Moon ni Francisco Távara no habían asumido aún…). Ejemplo de resultados: La única persona con especialización extranjera en restauración en el Congreso es Gladys Foca-cci. Ahora ocurre que ella habría desaprobado el examen de competencias sin haber sido nunca evaluada en lo que ella viene haciendo excelentemente: cuidar los bienes patrimoniales del Congreso.
Es que ESAN nunca definió con antelación competencias y habilidades para perfiles de puestos. Nunca estudió la institución cuyo personal evaluaba. Si no tienes perfiles de puestos ni de competencias y habilidades propias a estos perfiles… ¿cómo sabrás quién se ajusta a éstos? Estas graves omisiones llevaron a la improvisación de esta batería de tests, a los que se adjudicó el poder ‘mágico’ de definir quién tiene competencias y habilidades para permanecer y quiénes necesitarán capacitación. Y a nadie se le ha dicho qué nota ha sacado y en qué. Nadie sabe eso sino sólo la categoría en la que ha sido ubicado y sólo por lo que les ha contado RRHH.
Se debió realizar el levantamiento de procesos parlamentarios y de puestos para estos procesos. Luego definir competencias para puestos. Después evaluar desempeños, competencias y habilidades del personal. Y posteriormente confirmar permanencias.
Finalmente, aprobar el Estatuto del Servicio Parlamentario como garantía de institucionalidad y así proscribir que la permanencia y ascenso dependan de los políticos de turno. Y nunca, nunca debió reemplazarse a Elice por Cevasco, porque siempre debe garantizarse la continuidad institucional. Lo más trágico es que ningún congresista pregunta nada. Por carecer de experiencia. Por considerar que el tema no es digno de su investidura. Pero la mayoría porque no quiere enemistarse con la temible Meche Cabanillas”.
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