A propósito del censo, desempolvo este artículo (“De 7 a 27 millones en 50 años”) de hace un tiempito, que creo que aún es muy actual: “El premier Beltrán contrató en 1960 a la Misión Little para un plan de desarrollo. Esta advirtió que ‘Su estabilidad política y su supervivencia económica a largo plazo están seriamente amenazadas por el aumento explosivo de población (...)’. ¡Tempranamente se nos prevenía de la bomba poblacional, pues la ‘torta’ (PBI) sería superdesbordada por las ‘bocas’ (población)!
Esto no fue comprendido por nuestra estúpida clase política/intelectual, que no implementó inmediatamente un agresivo control natal. La población casi se ha cuadruplicado desde 1950 y Lima pasó de ser Sevilla a Calcuta, colapsando seguridad, transporte, salud y educación. Deberíamos ser 20 millones en lugar de 27 millones para repartir nuestros US$55 mil millones de PBI en un país habitable en menos del 10%. El promedio de hijos limeños es de dos, en la mísera Huancavelica es de seis. El Perú tiene el mismo PBI que Utah, que apenas sobrepasa los dos millones de habitantes. ¡Se estima que seremos 35 millones el 2025! Leamos al experto chileno Patricio Meller: ‘Resulta sorprendente en la discusión sobre el desarrollo económico chileno y latinoamericano en general la ausencia del crecimiento poblacional.
Este puede neutralizar las ganancias por todos los otros factores productivos: si se parte de una situación inicial de subdesarrollo, el crecimiento demográfico puede mantener o incluso incrementar dicha situación. La evidencia histórica demuestra que el progreso industrial es un proceso sumamente lento y costoso: en términos comparativos, el mejoramiento de la salud ha sido más rápido y más económico, lo que ha producido un brusco descenso en la tasa de mortalidad, especialmente la infantil, con una abrupta expansión del crecimiento demográfico en los países desarrollados. Esto puede implicar que la revolución industrial de un país subdesarrollado sea neutralizada por la contrarrevolución maltusiana. El rápido crecimiento demográfico implica la necesidad de canalizar mayores recursos hacia el consumo, reduciendo por lo tanto la inversión y el crecimiento. Existe la percepción de que el crecimiento económico chileno, que ha oscilado en torno al 4% en el período 1940-80, ha sido mediocre. Sin embargo, las exitosas economías escandinavas exhiben tasas sólo levemente superiores en ese mismo período. Una comparación particularmente interesante es aquella entre el PBI per cápita de Chile y Finlandia, cuyos niveles eran prácticamente similares en 1950, pero en los que se observa una brecha superior al 50% 35 años después. Un ejercicio hipotético revela que si Chile hubiera mantenido el mismo ritmo de crecimiento económico observado en el período 1950-80, pero con el mismo crecimiento demográfico de los países escandinavos, el ingreso per cápita chileno habría superado los US$6,600 en 1980 (superior al de España y cercano al de Italia) y Chile sería considerado un país desarrollado’”.
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