Hace un tiempo escribí este artículo burlándome del Congreso. Como veo que las cosas han vuelto a involucionar allí, resucito una versión más corta y editada de acuerdo con los tiempos: “Una especie que no está en peligro de extinción es el ‘congresaurio’ (parlamentaris demagogis), temible fósil viviente que pasaremos a describir. Antes cabe advertir que lamentablemente el congresista (parlamentaris sensatus) está casi extinto (nunca hubo muchos), salvo poquísimos ejemplares.
El ‘congresaurio’ es un ser depredador y parasitario que se reproduce cada cinco años, cuando entra en un exasperado celo demagógico para alcanzar ese nido cálido y con teta llamado ‘curul’. Pocos alcanzan este objetivo y a menudo son los peores (antidarwinismo). Su cerebro es bastante diminuto en comparación con su boca. Aman la frase grandilocuente y la hipérbole. Su aparato fonador es impresionante: pueden mover la lengua por horas sin decir nada sensato.
En cuanto a su dieta, el congresaurio es un presupuestívoro voraz que gusta vivir del Estado, aunque también se alimenta de unos platos de origen anglo llamados cherries y lobbies y hasta de la árabe marmaja. Su alimento favorito es la demagogia, manjar griego. Ellos detestan la economía de mercado, a la que no entienden, porque insta la competencia y la eficacia, elementos ajenos al congresaurio, que igual gana su sueldazo sin tener que mostrar ni responder por resultados ni pagar impuestos totalmente. Por eso el mundo empresarial les es odioso y tratan de aplastarlo con normas absurdas.
También la fotosíntesis los nutre: los reflectores de televisión les encantan y alimentan su ego, parte principal de su cerebro. ¡Pueden morir si no salen en el noticiero o en una primera plana! Les encanta la célebre frase de Andy Warhol: ‘Todos debemos ser famosos por lo menos 15 minutos y como sea’. Sin embargo, cabe recordar que a menudo caen en el canibalismo y se devoran entre ellos, siendo la variedad zurda (parlamentaris odius) la más feroz, además de la más fosilizada intelectualmente. Mudan de piel con facilidad. ¡Así, pueden ser de tres partidos en menos de cinco años!
Son muy ágiles: sus volteretas políticas son impresionantes. Dormitan intermitentemente. Así, es común verlos reposando tanto de día como de noche, echando cabezazos mientras otros de su especie divagan. Muchos son nómades: les gusta viajar por cuenta del Estado. Gregarios, suelen reunirse en comisiones múltiples para palabrear, jugar con los micros de luz roja, buscar cámara, pelear por su lobby, traicionar sesiones reservadas, acusar sin contrastar muchas veces, interferir con procuradores y Poder Judicial, etc. Muy irritables, muerden rápido: tildan de ‘campaña’ cualquier crítica.
PD: Pero la culpa no es de ellos, sino de quienes los eligen. Una vez tomé un taxi en vísperas de elecciones y me puse a conversar con el chofer. Cuando le pregunté por quién iba a votar para el Congreso, me respondió que su esposa y él iban a votar por una voleibolista. I
ntrigado, le pregunté la razón. ‘Es que esa chica nos ha dado grandes satisfacciones deportivas’, me dijo. Sólo atiné a responderle: ‘Pues con esa lógica, entonces el Cholo Sotil debería ser Presidente, porque sus goles nos clasificaron para el Mundial de 1978’. ¡Plop!”.
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