- Un lector que comparte mis inquietudes por la nutrición popular y la historia me dice que otro plato de papa que podría reemplazar, tal como los ñoquis, a los cada vez más caros productos de nuestra mesa diaria, es la causa, que me dice se popularizó en Lima durante la guerra con Chile (su heroico nombre proviene de “¡por la causa!”). Papa prensada con limón y sal, más algún relleno y listo, a olvidarse de fideos y arroz.
- Cuando por allí critican la apertura indiscriminada al mercado del transporte público urbano a inicios de los 90, muchos no se dan cuenta de que fue una jugada política (no sé si intencional o de “chiripa”) de polendas, aparte de que como sufrido usuario de micros durante la universidad en los 80 prefiero mil veces el esquema actual. Ahora vas sentado, extiendes la mano y ya tienes movilidad peleándose por llevarte, no te dan tanta vuelta por Lima y los pasajes no suben. Antes tenías que esperar un montón de rato en las esquinas a que se aparezca un desvencijado y cochino microbús para viajar apachurradísimo, mientras un troglodita aullaba sin cesar “¡Al fondo hay sitio, avancen, avancen, sencillo, sencillo!”. Y bajar a la mala, a la volada. Y éstos manejaban tan salvajes como las combis de ahora, con la diferencia de que los choques eran más letales. Cierto que existían los buses Enatru amarillos, pero sólo cubrían ciertas áreas, eran escasos y también ibas parado.
Pero el cambio no sólo trajo cierta comodidad para el usuario (aunque volvió loco al resto de automovilistas. Es que es alucinante que una ciudad con tantos millones de habitantes no tenga un metro, trenes de cercanías, tranvías o algún medio de transporte masivo), sino que le rompió el espinazo a un gremio que tenía un poder político impresionante y que era determinante para el éxito de los continuos paros de la CGTP, SUTEP, etc. que padecíamos los limeños casi a diario en aquellos horripilantes años (cómo me hubiera gustado nacer 10 años después. De niño me soplé a Velasco y después los horrorosos años 80. Lo único bueno es que alcancé a ver un excelente fútbol local). Los protagonistas de la agitación social urbana eran Chang Lafock y los demás dirigentes de los microbuseros. Si ellos paraban (sea por miedo al vandalismo, sea por sacarle algo al gobierno), la huelga era un éxito. Si no se sumaban, el paro era a media caña en el mejor de los casos.
Al abrirse el mercado de transporte urbano a comienzos de los 90, miles se animaron a comprar su combi, lo que atomizó al gremio. Este nuevo empresario sabía que no comería y que los gastos lo ahogarían si no salía a trabajar porque a la CGTP se le había ocurrido hacer un paro.
También introdujo una competencia feroz que impidió que siga funcionando ese cártel inmenso de microbuseros que abusaba de su posición monopólica para fijar coordinadamente los pasajes. La libre competencia eliminó a un actor político que tenía agarrado de las gónadas al gobierno de turno y debilitó considerablemente el poder de los sindicalistas rojos que incordiaban casi diariamente, trayendo paz social y precios bajos y estables.
Pero otros problemas surgieron: Congestión, falta de inversión en unidades, etc... Such is life in the tropics!
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