05 junio 2008

Chicago no es Chiclayo (29/05)

Es malo que se insista tanto en ese disparate de postular a ser sede de las Olimpiadas o que se diga que vamos a tener una pobreza inferior a la de Estados Unidos en el 2015, porque mueven a befa, hacen que se pierda respeto y se melle la figura presidencial, le hacen perder la “gravitas” y “dignitas” –tipo De Gaulle– que debe tener. Ya uno comienza a escuchar por doquier comentarios burlones sobre la cordura presidencial o que se resuciten apodos equinos de los ochenta que deben ser sepultados para bien del país.

Una de las cosas buenas de este régimen es que no se ha “toledizado” la institución presidencial, no se tiene en la Presidencia a un señor que llega tardísimo a todos lados con cara de resaca, al que le gusta la farra vulgar con Filete y los amigotes, que habla un pésimo castellano con la voz engolada, que se permite acercamientos impropios con las escoltas, que le besuquea los cachetes a la reina de España, que dice que todos los personajes del planeta son sus grandes amigos y que tiene a su lado a una esposa que es una de las personas más insoportables, huachafas, desacertadas, antipáticas y metejonas que uno haya visto.

Que no se pierda esta reconstrucción de la dignidad de ese cargo por exceso de entusiasmo, pues ser ligero no es de estadistas (como tampoco es de ministros seguir la corriente para conservar puestos). Seamos crudos: todavía no hemos visto si la APEC es un éxito en organización y esto de la ALC-UE ha consistido básicamente en encerrar a los invitados, en no meter la pata con roche y en hacernos la vida imposible a los limeños. Pongámonos metas válidas, como que Pisco esté reconstruido totalmente el 2010 o que haya una mejora dramática en Huancavelica para el 2011, pero no esto.

Es que estas cosas mueven a mofa. Es como cuando estaba en primaria en el colegio y los curas nos llevaron al auditorio para ver un documental sobre la historia de Inca Kola. Se iba contando la historia de esta centenaria empresa al mismo tiempo que se narraban acontecimientos mundiales contemporáneos. Todo esto en un ambiente de chiquillos traviesos que estaban buscando meter chongo como sea.

Se entró a detallar la Primera Guerra Mundial con sus gigantescos movimientos bélicos y pronto se llegó a febrero de 1917, donde se mencionó que el vapor peruano Lorton fue hundido por un submarino alemán por llevar salitre (para pólvora) a Europa y el locutor, demasiado solemne en el tono y tras una larguísima pausa, bramó: “Entonces el Perú le declaró la guerra al Imperio Alemán”. Estalló una carcajada general porque sonó súper disparatado que nuestro humilde país se enfrente militarmente a tremenda potencia, mientras el cura repartía reglazos a mansalva en la oscuridad y después nos castigaba en clase, por “no ser patriotas”, con escribir cien veces “Debo amar a mi país”.

Guardando distancias con ese tema, y siendo más patriota ahora (no sé si gracias al cura), uno sintió lo mismo al oír lo de las Olimpiadas y lo de la pobreza.

Hay que guardar proporciones. “No es lo mismo Chicago que Chiclayo”, como decían las abuelas.

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