Estando brevemente en Santiago, unos amigos locales me comentaron un par de cosas interesantes. La primera de ellas –resumida en un artículo de La Tercera del jueves– era que se estimaba que el superávit fiscal chileno llegaría al 8% del PBI a fin de año por el alza espectacular del cobre y otros metales. Esto podría significar muy poco para alguien que no está familiarizado con la economía, pero es una monstruosidad de dinero: el Estado chileno se va a encontrar poco más de US$12 mil millones de excedente sobre lo previsto. Recuerden que ya el año pasado tuvieron un plus fiscal de US$11,285 millones (7.9% del PBI). S
egún estimaciones preliminares, Codelco obtendría ingresos por un poco más de US$9 mil millones, así que unos US$900 millones irían directamente a las FFAA sureñas. ¡Ya qué se meterán a comprar si ya tienen un AWACS y reactores F-16, submarinos Scorpene, fragatas británicas y tanques Leopard a montones! El anunciado satélite no llega a los US$50 millones.
Mis fuentes locales me decían que lo cuerdo es que este aporte automático ya debería terminar y que sus militares deberían financiarse normalmente, es decir, del presupuesto y de acuerdo con sus requerimientos, no a fondo cerrado. Pero parece que no hay voluntad política de cerrarle este generoso caño a los uniformados. Y Bachelet con todo ese dinero debería ser la presidenta más popular de la historia de Chile, pero, como aquí, no están sabiendo gastarlo o no están comunicando bien cómo lo están empleando, dado que no deja de caer en las encuestas. Mucho de esto se da porque se percibe que el país le ha quedado grande a la señora, porque a pesar del malestar por el Transantiago (un nuevo sistema de transporte masivo para la capital) no se ha generado una solución al tema y porque la gobernante Concertación está experimentando una serie de luchas internas que ya denotan que muchos años de ejercer el poder te envejecen y te pasan la factura. Particularmente, a los democristianos –o por lo menos a un sector importante de éstos– se les ve ganas de abrirse, porque sienten que los socialistas están creciendo cada vez más a expensas de ellos en dicho bloque. Otro tema –aparte del militar– de debilidad institucional del poder civil frente al establishment que me resaltaban era que el canciller Foxley no controla a su aparato burocrático. Me decían que, por ejemplo, Foxley no tenía la fuerza suficiente para controlar a María Teresa Infante, la poderosa directora de Fronteras y Límites, que creó recientemente este absurdo impasse por la delimitación de la nueva provincia chilena de Arica-Parinacota y que manda mucho adentro. Me señalan que Foxley no conoce del tema (es un buen economista) ni tiene mucho carácter, así que su funcionariado goza de mucha autonomía. Una pena que una “paloma” como Foxley esté coactado por “halcones” internos como ésta.
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