02 junio 2007

:: La hora de LAC (29/05)

Calladito, calladito, Luis Alva Castro está desarrollando una bastante eficaz labor en el Ministerio del Interior. No me refiero obviamente a este golazo de chalaca que ha sido el aséptico desalojo del Mercado de Santa Anita (¡cómo lo hubiera manejado la Mazzetti! ¿Se acuerdan de sus vergonzosas capitulaciones en Combayo/Cajamarca y en Sión/Huánuco ante turbas azuzadas por los oenegeístas rojos y ante cocaleros?), sino a otras acciones similares previas que demandaban tener nervio, como los complicados desalojos de la azucarera arequipeña Churacapi y en las minas La Zanja y Michiquillay (allí había un tema delicado de narcotráfico). También se ha detenido al todopoderoso líder de Construcción Civil Vicente Aponte, lanzándose una ofensiva contra las mafias que extorsionan donde se realizan obras, lo que ha resultado en cerca de 50 capturas. Y se ha puesto algo de orden en los estadios con los traslados organizados y una mayor presencia policial, aunque allí la asignatura pendiente es el desmantelamiento de las violentas barras bravas y la detención de todos los bárbaros que acuchillaron a los hinchas del Sport Boys meses atrás (como también ahora urge detener y poner a Herminio Porras tras las rejas antes de que organice otra de sus gigantescas invasiones). Pero sería mezquino no mencionar a otro personaje que trabaja silente y eficaz en la Policía: el general Octavio Salazar. Este llamó la atención de sus superiores por una labor muy destacada en Trujillo contra la delincuencia y por eso se le llamó a Lima. Aquí se ha dedicado a poner orden interno y ha emprendido una interesante reforma, basada en la “distritalización” de la policía limeña. Parece que el tema está caminando y que las críticas provienen de colegas interesados en mantener el statu quo antes que de juicios imparciales (es que la PNP estuvo capturada por “argollas” hasta hace poco y tal vez lo único bueno que hizo la Mazzetti fue cortar cabezas allí). Pero el crimen no descansa y ahora Alva Castro debe abocarse a sacar adelante la inconclusa megacompra de patrulleros para Lima que abortó bajo Mazzetti. Asimismo, Alva Castro debe empujar a la comisión que está diseñando las nuevas facultades policiales (ojalá pongan en vereda a los fiscales) y presionar a su colega de Justicia, María Zavala, para que ésta deje de utilizar el penal de Piedras Gordas a tan sólo el 60% de su capacidad, algo increíble frente al hacinamiento que se da en las demás cárceles. Y a abrir el penal puneño de Challapalca de una vez. No tienen por qué hacerle caso a la caviarona de Beatriz Merino. ¡Que se vaya a pitear con sus funcionarios caviares a otro lado! Urgen prisiones de máxima seguridad como para ponerse exquisitos con que “allí hace frío y se van a marear” (algo que me imagino debe sonar insultante a los puneños, como si ellos vivieran en el averno). ¿Así que tenemos que apapachar y masajear al Cholo Jacinto? ¡Que lo haga ella si quiere!

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