La reciente y atinada idea de un impuesto plano a la renta lanzada por el congresista aprista Peralta recoge una reciente tendencia mundial favorable a esta reforma. Esta interesante política fiscal no sólo se ha adoptado en Rusia y Ucrania (13% a la renta de persona natural), Rumania (16% para naturales y jurídicas), Eslovaquia (16% para ambos), Macedonia (12% para ambos), Albania (10% para ambos) y varios países bálticos, sino también está en debate en Grecia (25% para ambos), Polonia (15%), Croacia y México (el actual presidente Calderón la planteó durante la última campaña electoral). Asimismo, en el 2005 se debatió su aplicación en Alemania y Holanda, a una tasa de 25% y 40%, respectivamente. Un aspecto que no mencioné en la columna del domingo es que una tasa plana sería muy útil contra la informalidad, desde que la fiscalización sería más sencilla hasta que la gente ya no se haría un mundo (libros engorrosos, potenciales contadores pendejos o ineptos, tiempo perdido, formularios difíciles, reglas complicadas hechas en un castellano abstruso que enredan y asustan, miedo a meter la pata y terminar pagando una fortuna por errores, etc.) para pagar impuestos, lo que disuade a muchos de formalizarse. Piensan que no vale la pena transitar el enredado camino –y posible vía crucis– de llevar correctamente sus cuentas ante la autoridad tributaria. En todo caso, es muy positivo que se abra este debate, aunque es 99.9% seguro que el ministro Carranza se opondrá, al igual que los izquierdistas. Es que en el fondo ambos son unos conservadores...
Es que el tema tributario puede generar argumentos de lo más intelectualmente provocadores. Por ejemplo, Milton Friedman, ese monstruo para aquellos que lo critican sin haberlo leído para entender su lógica aplastante, planteó en 1962 el Impuesto Negativo a la Renta, por el que una familia que ganaba menos de determinado ingreso se hacía acreedora a un “impuesto negativo”, o sea, una “devolución” del Estado: una especie de subsidio monetario directo contra la pobreza. Y algunos libertarios extremos tienen este argumento polémico (ojo: no lo estoy defendiendo sino tan sólo comentándolo) respecto de los tributos manipulando la vieja frase “No taxation without representation” (“No hay impuestos si no hay representación política”)
. Si cuatro personas adultas viven en una casa y una de ellas paga 2/3 de los gastos mensuales– en un escenario en que las otras dos aportan juntas el tercio restante y la restante no pone nada–, a todos nos parecería justo que el peso en las decisiones domésticas de quien paga más gastos sea mayor al de las otras dos y absoluta frente al que no paga, porque él es quien más “banca” la casa, además que tiene más que perder de su peculio –ganado con mucho esfuerzo– si no se toman las decisiones correctas: el voto de todos para resolver temas comunes no podría ser entonces igual.
De allí pasan a argüir que, así como en la casa, las decisiones de aquellos individuos que sufragan más impuestos sobre su renta personal para sostener al Estado deberían tener más peso que las de aquellos que aportan menos o prácticamente nada. ¡Vaya hábil argumento para apoyar una “plutocracia” (gobierno de los ricos)!
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