15 abril 2008

Humores populares (12/04)

El sentimiento popular peruano es realmente difícil de escudriñar. El otro día conversaba con un amigo caviar (sí, los tengo) y éste no se explicaba cómo Fujimori podía aún gozar de tantas simpatías, como revelan las encuestas, a pesar de todo su tremendo pasivo. Coincidí con él en que tampoco terminaba de entender eso, pues incluso pensé en su momento que su indigna postulación al Senado japonés, algo que nos escupió en la cara a todos como peruanos, lo había sepultado definitivamente a pesar de varios activos (fin del terrorismo y la hiperinflación, paz con Ecuador, asistencialismo extendido, caminos, colegios, etc…) que son apreciados especialmente por el mundo popular. En lo que sí discrepamos fue en su insistencia en que Canal 7 transmita su juicio “para que la gente vea lo que fue ese”. ¡Eso reforzó mi impresión de que los caviares viven en otro planeta! Más bien creo que la figura de Fujimori crecería aún más si ese juicio llega a todas los rincones del país con la potente cobertura del canal estatal, pues la gente humilde no sigue con atención –y muchas veces no comprende– lo que allí se habla y más bien, como ya me lo han dicho varias veces, les da mucha pena verlo allí sentado horas de horas, como un viejito enternado y acosado que se duerme con sus pies hinchados. Además, no les interesa que hayan habido ejecuciones extrajudiciales en la lucha antiterrorista. Lo ven como un mal necesario, como cosas que pasan en una guerra y “algo habrán hecho esos pues”. Es incluso muy posible que esa simpatía popular se ahonde y refuerce una candidatura de Keiko si es que le imponen una muy drástica condena por esos casos. En ese mundo hay otra lógica, que los caviares en particular desconocen y por eso sacan esos porcentajes ínfimos de votos. Mi interlocutor pasó entonces a Castañeda. Tampoco podía entender cómo la popularidad de éste seguía altísima después de todo este último rosario de fracasos (revisiones técnicas, nuevo retraso de concurso para buses urbanos, etc…) y sus silencios. La verdad es que confieso allí un asombro común. Creo que nunca he visto un caso político nacional así de “efecto teflón” (se denomina así a la virtud política de que los problemas no hagan mella en tu popularidad). Lo que sí no fue difícil de entender es la baja aprobación de Alan en esos sectores. Este llegó al poder no por adhesión sino por ser el mal menor. No lo eligieron por amor sino por necesidad. Y aún subsiste mucha desconfianza hacia él, no de la clase media para arriba (allí ya arregló) sino de allí para abajo. Esta se ha reforzado por las recientes alzas en los alimentos. García no tiene esta vez la culpa para nada, pero ha quedado el recuerdo de la hiperinflación y mucha gente humilde está con miedo de que esto sea el comienzo de una escalada sin fin. Es un sambenito difícil de extirpar.

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