23 abril 2008

Escuchemos a Piñera (18/04)

Qué grato fue ayer asistir al simposio “Quo Vadis (¿adónde vas?, en latín) Perú”, organizado por la Cámara de Comercio de Lima y el Instituto Cato (un centro yanqui liberal de investigaciones). Refresca escuchar ideas sensatas, distintas y atrevidas, que abren la ventana mental y dejan entrar aire fresco en este ambiente donde lamentablemente aún perduran restos pútridos en políticos, catedráticos, círculos intelectuales, algunas ONG y medios de la miasma populista, estatista y socialistoide. Por el Estado expusieron Carranza (MEF), Velarde (BCR) y FOZ (embajador en Washington), aparte de valores locales como el abogado Enrique Ghersi y los tecnócratas César Peñaranda y Alvaro Quijandría, complementados por el chileno José Piñera (Chile), Mark Klugmann (El Salvador), Roberto Salinas (México) y nuestros expatriados Ian Vásquez (Cato Institute) y Norman Loayza (Banco Mundial). El espacio me impide reseñar todas las interesantes exposiciones, así que tendré que limitarme a la que más me pareció que puso el dedo en la llaga: la de Piñera. Pepe Piñera proviene de una destacada y variopinta camada chilena, pues es hermano de Sebastián, el empresario y candidato presidencial que nos visitó hace poco, del banquero Pablo y del cantante Miguel. Tipo brillante, fue el inventor de todo el esquema de las AFP, amén de diseñar un innovador Código de Minería que provocó que la producción cuprífera chilena se quintuplique. También fue el creador del sistema de Empresas Prestadoras de Salud (EPS) y padre de una reforma laboral que flexibilizó el empleo. Toda estas personales, revolucionarias y originales reformas las alumbró de los 30 a los 33 años, mientras ocupó varias carteras ministeriales. Se le critica su participación en el gobierno pinochetista, pero se olvida que tras su renuncia promovió valientemente la vuelta a la democracia desde su revista Economía y Sociedad y que antes se la jugó con Pinochet en una sesión de Consejo de Ministros –eso no era broma– para que éste no deporte a un líder sindical. Amigo y estudioso del Perú (“no es un país pobre, sino empobrecido”), de sus reflexiones ha llegado a la conclusión, como resaltó ayer, de que lo que más urge en nuestro país es una reforma laboral que promueva la creación de empleo ante todo, pues aquí se eleva tremenda y artificialmente el costo de cada puesto de trabajo, se castiga y enreda la creación de empleo antes que fomentarlo. Coincido con él, pues no hay peor empleo que aquel que no existe y nuestra absurda legislación laboral desanima la creación de éste o lo empuja hacia la informalidad. Es más, existen congresistas que acaban de plantear la burrada de eliminar el régimen laboral exportador y de insertar una nueva ley del trabajo que, como bien remarcó Peñaranda ayer, nos pondría sólo por delante de la isla africana de Sao Tomé y Príncipe en cuanto a rigidez laboral. Son los aliados del desempleo y la informalidad. Es que la clave cartera de Trabajo ha sido la más floja de este gobierno. Primero pusieron allí a una antropóloga que no sabía nada del asunto (¡lo peor de todo es que creía que sabía!) y ahora a un decepcionante abogado laboralista que no sale de una mentalidad de picapleitos. Urge un cambio allí.

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