15 abril 2008

Miscelánea dominguera (06/04)

El otro día un lector me preguntaba cuál había sido el político peruano más exitoso. De plano descarté a Haya. Fue el más importante del siglo pasado (le sigue Leguía. Como ven en la ilustración, éste fue el primer presidente peruano que apareció en la portada de la revista Time, algo que sólo igualó Belaunde durante su primera administración y es una asignatura pendiente para García), pero más bien siempre fracasó en alcanzar el poder y esa es la medida última para juzgar si el político triunfó efectivamente en su campo.
Tampoco ubicaría a Piérola, pues sólo pudo llegar una vez al poder por las urnas (1895) y luego se refugió en un abstencionismo absurdo hasta su muerte en 1913, aparte de perder increíblemente las elecciones para la alcaldía de Lima ante Elguera (1900) y no condenar el intento de golpe de sus hermanos contra el primer gobierno de Leguía (29 de mayo de 1909, recordado como “el Día del Carácter” porque el chiclayano no renunció a pesar de las amenazas de muerte de la turba). Sin embargo, Piérola es de lejos el político más importante del siglo XIX, mas no el más exitoso.
En una primera criba para el siglo XX me quedaría con Leguía, Belaunde, Fujimori y Prado (García regresó ya en el siglo XXI). Todos estos llegaron más de una vez al poder. Sin embargo, Leguía y Fujimori acabaron por las patas de los caballos, mientras que Belaunde fue depuesto en medio de mucha impopularidad y regresó a Palacio básicamente por una reacción antimilitarista. En cambio Prado acabó tranquilo sus dos períodos. Se alegará que fue derrocado en 1962, pero fue a 10 días de entregar el poder y por un intríngulis electoral ajeno al darse un virtual triple empate y no existir la bendita segunda vuelta.
Además, Prado arrancaba con handicaps que parecían imposibles de superar. Se le atribuía ser el hijo del “traidor de la guerra con Chile” (Beltrán hizo imprimir miles de octavillas con esto en vísperas de las elecciones de 1939, donde Prado derrotó al candidato beltranista José Quesada) y era un pituco ricachón, cosa que en nuestro país –a diferencia de EEUU o Chile por ejemplo– es un baldón para un candidato. Tampoco era un gran orador y careció de un partido político orgánico.
Claro que tenía mucho dinero y mil conexiones (elementos importantes, pero que no te colocan automáticamente en la Presidencia, si no Ulloa nos hubiera gobernado), amén que los resultados de su primera elección apestan a fraude (¡sacó 78% de los votos!), pero vaya que era hábil. En su primer gobierno se alió inmediatamente a EEUU en la Segunda Guerra Mundial, lo que le sirvió muchísimo para obtener un resultado favorable en el Protocolo de Río de Janeiro tras derrotar a Ecuador (¡primera guerra importante que ganamos!). Y logró voltear las elecciones de 1962 a pocas semanas de realizarse los comicios al lograr un sorpresivo acuerdo con sus enemigos apristas.
Dicho sea de paso, su primer gobierno se caracterizó por un intervencionismo económico (impuesto a las “sobré ganancias”, controles) que haría gozar a Campodónico. Ya escribiré sobre eso.

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