-Ayer miraba la playa medio vacía y pensaba qué tontería, cómo se había acortado y estropeado el verano con esto de comenzar los colegios a inicios de marzo. Las clases deberían, como en mi época, comenzar en abril o si no deberían ser hasta mediados de enero –mes traicionero y frío por lo general– para que los chicos disfruten del tórrido y breve febrero y del siempre adorable marzo, el mejor mes del año en cuanto a clima.
-Lamentable la reacción del gobierno chileno frente a la visita de Piñera a Lima. Prohibirle a su embajador que vaya a una cena, que Bachelet no le conteste el teléfono a García y que ahora se vete la visita de Antero son hechos que demuestran una actitud sumamente inmadura y caprichosa de la actual administración chilena. Imagínense qué censurable sería si Alan se comportase así en estos momentos si Lourdes, Castañeda u otro moderado candidato opositor va a Santiago y la Bachelet lo recibe. Esto confirma mi impresión de que a la Bachelet le quedó inmenso el cargo y que éste ya debe ser el último gobierno de la Concertación. Ya murió el Pinochet que los aglutinaba, la Democracia Cristiana ya se dio cuenta de que esa asociación le es un mal negocio, tanto tiempo en el poder los ha degastado y por fin la derecha tiene un candidato atractivo.
-He leído unas recientes y risibles “acusaciones” –en realidad, inventos creados por un ruin servicio doméstico para su histérico patrón– contra mi persona que son tan estúpidamente falsas e infantiles que no las voy a dignificar con una respuesta. Pero hay una que sí voy a aclarar por fea y repetitiva. Hace un tiempo un pobre diablo rojo –experto en difamaciones– soltó la historieta de que fue una “mermelada” que yo haya aceptado una invitación al extranjero de una firma de energía y haya después escrito que ojalá hubiera invertido en Arequipa. Uno, no puede serla porque fui transparente y puse en conocimiento tanto del dueño del diario como del público en mi columna a dónde e invitado por quién me iba. No hice nada a escondidas, condición sine qua non para una corruptela. Dos, no necesito que me inviten a un viaje –a dos ciudades que ya conocía de sobra– para reafirmar mi convicción de que cualquier inversión privada sería lo mejor –y ya lo escribí varias veces antes, enfatizo– para ese dinosaurio estatal llamado Egasa o para apoyar la exportación de gas. ¡Hubiera sido “merme” más bien si por una invitación cambiaba radicalmente mi posición y me ponía estatista! Lo reitero en voz alta porque estoy convencido de que no hice nada indebido: ojalá Suez entrase en Egasa, ojalá tengamos una planta exportadora de LNG como Zeebruge, ojalá Petrobras replique en Ilo una planta de petroquímica como la de BASF-Suez en Amberes. Ojalá esos monstruos invirtiesen esa gran cantidad de dinero en mi país para generar riqueza y empleo.
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