15 abril 2008

Por un mejor Congreso (11/04)

“¿No es acaso nuestro vilipendiado Congreso nada más que un reflejo del país?”, nos dicen los cínicos. “¿Acaso no le rendimos culto diario a la pendejada, al mínimo esfuerzo, a la juerga gritona, al enriquecimiento rápido, al nepotismo argollero, a la irresponsabilidad frente a los deberes, a la violencia para reclamar ‘derechos’, a la desmesura en el gesto, a la molicie, al aprovechamiento indebido, al hueveo y al cojudeo...? ¿Acaso los congresistas provienen de Marte? No, son en su mayoría peruanos típicos y que son elegidos por peruanos típicos básicamente porque la gente se identifica con quien vota. Así, una persona culta vota por Martha Hildebrandt y una zafia por Nancy Obregón. El mundo es así”, reflexionan. Pese a la contundencia de estos argumentos me niego a aceptar que no nos merecemos un Congreso mejor. Tienen que haber ciertas medidas para elevar el nivel, que no creo para nada pasan por aumentar su número, sea incorporando más congresistas o yendo a la bicameralidad, iniciativas que dicho sea de paso tan sólo merecerían una fuerte repulsa ciudadana. Tampoco creo en la renovación por tercios: eso acarrearía que viviésemos en campaña electoral continua y haría crecer la demagogia hasta la estratósfera. En cuanto a la revocatoria, la veo más peligrosa que positiva. Tiemblo de pensar qué hubiera hecho Fujimori con ella. Otros hablan de eliminar el voto preferencial, a pesar del riesgo de que eso reviva las viejas argollas partidarias que copaban los primeros puestos o peor aún, la venta de éstos por mucho dinero. Eso sucedía muchísimo antes y precisamente por ello es que se instauró el voto preferencial, al que yo recibí muy entusiasmado hace muchas lunas. Pero como que no es muy defendible ahora un sistema que colocó a Susy Díaz en el Congreso y que le impide a los partidos colocar cuadros que no son muy carismáticos para el gran público, pero sí muy capaces. Ojo que tampoco es que la gente haga mucho uso del voto preferencial. Hay mucha leyenda en eso, como ya lo ha resaltado Tuesta. Tal vez poner ciertos requisitos previos para postular sería positivo, como el título universitario. El problema es que no sé qué garantizaría eso con tantos flojos claustros públicos y privados que tenemos. Y mi propia experiencia personal me ha probado que cualquiera puede ser abogado en una buena universidad sin mucho esfuerzo y sin que la profesión te interese un rábano. Vuelvo entonces a lo que es mi pertinaz lucha: el voto voluntario. Sigo creyendo que una persona informada e interesada en el tema va a sufragar mucho mejor que un ignorante que tan sólo acude a votar porque lo arrean con multas o aquellos (¡un 25% según las encuestas!) que deciden su voto en la cola. Un buen input garantiza un buen output. Por supuesto que se corre el riesgo de corruptelas y que vaya gente pobre a votar en manada sólo por propinas. O que las clases acomodadas, supuestamente más educadas, prefieran quedarse en la playa que hacer una cola. Pero vale la pena arriesgarse. Aparentemente, no puede ser peor que lo de ahora.

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