Cuenta una versión que la reina Victoria le preguntó a Lord Curzon, su virrey en la India, el porqué allá había hombres que se acostaban sobre clavos, se adoraba a las vacas, las esposas se tiraban a las hogueras donde quemaban a sus maridos, los dioses tenían cabezas de animales y mil cosas extrañas más a sus ojos.
Curzon respondió: “Así es la vida en el trópico” (“Such is life in the tropics”).
Me imagino que cualquier observador normal del Primer Mundo pensará algo así del Perú. En Lima –ojo, la zona supuestamente más ordenada, más formalizada, más “civilizada” del país, por ponerlo en crudo–, un grupo de criminales liderados por un invasor profesional siniestro como Herminio Porras (al que Fujimori hizo congresista.
¡Cada cosa ha desfilado por las curules del hemiciclo local!) ocuparon a la fuerza un extenso terreno de propiedad de la Municipalidad de Lima, o sea, de todos los limeños. Los ladrones tranquilamente lo lotizan y se lo venden a gente que sabe perfectamente que está comprando algo que ha sido obtenido irregularmente. Un delito de receptación, donde se está al tanto de que se está comprando un bien robado.
Aquí no caben las “excusas sociales” de que son gente humilde y pobre, etc… No. Tanto el pobre como el rico y el clasemediero deben respetar la ley, o si no esto ya es sencillamente la jungla (que la verdad casi lo es…).
Así como a ellos no les gustaría que alguien se meta a ocupar sus casas, no tienen por qué ocupar un local ajeno. Además, la municipalidad quiere recuperar esto para ¡por fin! edificar un centro de acopio limpio, eficiente y ordenado, y así poder cerrar ese gigantesco muladar inmundo, peligroso e ineficiente (se pierde mucha comida, la logística es un desastre, no hay sitio para los camiones, se estropea el tráfico) que es La Parada. Es decir, volvernos un poquito más civilizados en esta ciudad (y falta mucho para eso, como ordenar el tráfico, reducir la contaminación automotriz, dejar de tirar caca al mar cercano, reducir la polución auditiva, ser peatones responsables, no ensuciar, cuidar los árboles, no orinar en las calles, etc., etc.).
La situación no puede ser más clara: deben sencillamente salir de un sitio que no es suyo. Pero no, se atrincheran y se escudan encima cobardemente en sus hijos: “República peruana, donde cada uno hace lo que le da la gana” (Ricardo Palma). Y para que la situación sea más tercermundista, el juez –aquel que precisamente debe hacer cumplir la ley– frustra adrede la diligencia, sin tomar en cuenta el esfuerzo y los costos que ha significado la movilización policial. Terminó de aliado de la barbarie.
La cereza de la torta ha sido ver a universitarios –gente que supuestamente tiene un nivel educativo superior– demostrando una enorme imbecilidad al apoyar a los usurpadores. Es decir… ¡Así es la vida en el trópico!
1 comentario:
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