Insisto en que por más que le metamos mucho dinero y voluntad a los programas de lucha contra la pobreza, éstos no serán nada efectivos mientras no tengamos una población responsablemente educada en temas sexuales. No somos 28 millones, sino 31 millones con los expatriados, y seguimos incrementándonos a razón de 400 mil nuevos connacionales al año, la mayoría en hogares de pocos recursos.
No puede ser que uno se entere de que el recientemente fallecido cómico Tripita, que en paz descanse, ha dejado seis hijos (con uno más en camino); esto en un hombre nada pudiente y ya enfermo. Ya me imagino los problemas que tendrá la infortunada viuda para salir adelante (espero que el buen Federico Salazar, que propugna que la gente pobre tenga un montón de hijos, la socorra). O que el arquero Chiquito Flores tenga a estas alturas de su corta vida ya seis hijos con distintas mujeres. O que uno lea en Ojo que un señor que falleció el Día del Padre tenía nada menos que 16 hijos o que un campesino pobre entrevistado por El Comercio en Huancavelica cuente que anda por los 11 hijos. ¿Cómo no van a estar atrapados por la pobreza con esa tremenda carga familiar? En pleno siglo XXI no podemos estar viendo números tan tercermundistas, dignos de cuyes. Esto tiene un serio impacto social, trasciende lo privado. Con los impuestos hay que pagarles colegio, salud, servicios, etc... a estos peruanitos, y si la gente pobre genera más y más niños sin asumir sus costos, es lógico que el dinero que aportan los demás no alcance. Además, la delincuencia y otros serios problemas sociales se originan generalmente en hogares abandonados, ya que aquí el varón es campeón en hacer hijos y luego “borrarse”.
Como bien escribía el destacado economista chileno Patricio Meller, Chile tuvo de 1950 a 1980 un crecimiento del PBI similar a Finlandia, pero este último país acabó mucho más rico porque previamente estabilizó su expansión demográfica. Y una de las razones de que Chile esté mucho mejor que el resto es que su crecimiento poblacional hoy en día es bajo.
Nuestro país nos parece inmenso, pero su área habitable es menos del 10%. La Costa es un largo y estrecho desierto interrumpido por vallecitos con ríos pequeños (arrasados por ciudades; Lima es la zona costeña más grande con los valles de los ríos Rímac, Chillón y Lurín, pero ya nos hemos cargado a los dos primeros), la Sierra es un extenso papel arrugado con muy estrechos valles “vivibles” y la Selva Baja no es habitable. Ya 28 millones (deberíamos ser 18 millones) representan una fuerte presión sobre un espacio en realidad no tan grande.
Nadie está abogando por medidas tan drásticas y polémicas como las fujimoristas (con un programa que le ligaba las trompas a las mujeres pobres que tuvieran ya cuatro hijos y se acogiesen voluntariamente; por lo visto, se cometieron algunos excesos), pero sí por programas agresivos de educación sexual y promoción de métodos anticonceptivos (¿se acuerdan de esa buena medida que consistía en poner máquinas de condones en los locales públicos?).
Esa es la tarea urgente de la ministra Pinilla, por más que su colega Rey se moleste. ¡Repartan píldoras, condones y diafragmas en lugar de bolsitas!
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