Tengo la mayor de las simpatías por el presidente colombiano Álvaro Uribe.
Su tremendo coraje ha posibilitado que la otrora poderosa organización narcoterrorista castrista FARC esté al borde del KO. Es un hombre muy valiente, que no ha dudado en tomar decisiones muy difíciles, como bombardear territorio extranjero para darle caza a esas ratas. También ha conducido bastante bien al país en lo económico y es una pena que la miopía de los demócratas le haya impedido acceder a un merecido TLC. Más bien temo que un triunfo de Obama no sólo aleje definitivamente este TLC sino que, incluso, comience a actuar toda la demagogia de las ONG de derechos humanos en el ala caviar demócrata que mora en la Costa Este y el New York Times y el inminente triunfo contra las FARC se les escabulla de las manos si los gringos dejan de financiar al Plan Colombia. Además, Uribe ha sido un firme baluarte para frenar la expansión chavista por el continente.
Pero creo que está cometiendo un serio error al pretender ir a una reelección el 2010 mediante un referéndum, en el mejor estilo chavista, con un fuerte aroma a la misma tontería que cometió Fujimori, aquí, con el Tribunal Constitucional al pretender Uribe pasar por encima de su Corte Suprema, ente que muy recientemente lo había arrinconado políticamente con este reciente fallo contra una congresista que habría vendido su voto para posibilitar la pasada reelección presidencial.
Cierto que muchos temen en Colombia que el izquierdista y chavistoide “Polo Democrático” amplíe sus posibilidades de acceder al poder de no postular Uribe, pero la tentación reeleccionista siempre ha tenido tristes finales en nuestro subcontinente. Aquí nomás tenemos los ejemplos de Leguía y Fujimori, dos presidentes que comenzaron muy bien, que implementaron importantes reformas e hicieron una amplia obra pública, pero que acabaron pésimo, hundidos en la corrupción, la prisión y el descrédito por su apetito de perpetuarse. Mal hace por eso Uribe de arriesgar manchar una excelente gestión presidencial con esta medida. Repito, este proceder es idéntico al de Chávez, es el acudir a una democracia plebiscitaria que demuele a la institucionalidad democrática. Es curioso cómo en Colombia y Venezuela –otrora las dos democracias más longevas y sólidas del subcontinente basadas en sanos bipartidismos (Adecos-Copei y Liberales-Conservadores)– han caído en el cesarismo plebiscitario reeleccionista (si hasta la ultrademócratica Costa Rica rompió su tradición y permitió que un ex presidente como Óscar Arias vuelva, exitosamente, a postular).
Cierto es que Uribe cuenta con el apoyo popular suficiente (80%) como para forzar esta figura, pero eso no deja de calificar todo esto como un gigantesco error. Por lo menos las fuerzas moderadas colombianas cuentan con el ex presidente Gaviria (sería otra reelección, pero por lo menos tras muchos años) para enfrentar a la izquierda local con posibilidades de éxito.
Lo entiendo a Uribe: sabe que está cerca de acabar con las FARC. Quiere concretar una faena cuando ya tiene groggy al rival, pero aquí también Fujimori acabó con Sendero Luminoso y el MRTA para luego acabar consigo mismo.
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