Lo mejor del discurso de Fiestas Patrias fue que ratifica esta sana tendencia de los últimos años de que el 28 de julio ya no es una fecha de sobresaltos por barbaridades. Prefiero soplarme un discurso aburrido a que me vengan con que estatizaron la banca o confiscaron los periódicos o congelaron los ahorros en dólares.
¿Qué eché de menos del discurso, aparte de las esperadas menciones a la pobreza y la inflación? Que no hubiera “factor político”. Después de haber tenido una elección de la mesa congresal tan accidentada y del “Moqueguazo”, esperaba una ramita de olivo –aunque sea hipocritona– a la oposición, algunas palabras de apertura, de acercamiento, de búsqueda de diálogo. Me sorprendió que siendo García tan tremendo animal político, haya terminado dando un discurso más de gerente comercial ante el directorio, con esa farragosa lista de lavandería de obras públicas que nos terminó dando modorra a todos.
Y si no había factor político, pues más pedagogía (como sí la hubo en el tema del petróleo). Mejor hubiera dedicado 25 minutos a explicar la Ley de las Mype o la pobreza por dispersión geográfica o los cambios tan necesarios en la pesca que se han venido haciendo o el problema del minifundio en la agricultura, etc., en lugar de tanto puentecito y camino que no le dice nada al conjunto, salvo a los interesados, y que incluso huele a triunfalismo, a que vivimos en el Paraíso, lo que le molesta a mucha gente.
También me hubiera gustado que anunciara la eliminación de una vez por todas de ese absurdo tope autoimpuesto a las remuneraciones públicas de los cargos más importantes, pues no vamos a poder tener una buena gestión estatal cuando los mejores cuadros terminan trabajando en el sector privado porque allí pagan más (y además no te meten juicios por cualquier cosa).
Asimismo, me parece que faltó dirigirse más al sur, esa región tan alejada del gobierno. Repetir varias veces que se va a hacer el gasoducto andino resulta insuficiente para enamorar a tan difícil área.
O detallar cómo se van a reducir los engorrosos trámites públicos para iniciar obras, contratar o comprar. O cambiar la educación superior pública para botar más ingenieros y técnicos en lugar de abogados, sicólogos, profesores y sociólogos, que sobran.
Lo que sí me llamó la atención fue la “chiquita” que le dio a Bolivia, bastante fuerte. No recuerdo que hayamos tenido tan malas relaciones con estos vecinos en los últimos 50 años. Es cierto que Evo es un majadero con sus comentarios y que nos ha estado saboteando las negociaciones para el TLC europeo, pero huelo que esto va más allá y posiblemente se refiera a movimientos de agitación en los Andes que estarían llegando desde La Paz protegidos por Morales, alguien que tiene como asesor a un emerretista requisitoriado por la justicia peruana.
Sospecho que hay algo más serio detrás y que García ha mandado un mensaje a Evo directo y sin anestesia.
¿Lo peor del discurso? La creación de un Ministerio de Cultura. Más burocracia. Desterremos ese prurito de “ministerializar” cada problema.
Tampoco una cartera de Turismo, como quiere la Confiep. Ni hablar.
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