Con mucha curiosidad adquirí y me leí el libro del ex procurador Chehade (Atrapando al fugitivo), quien dirigió la extradición de Fujimori de Chile tras la salida de Maldonado.
La obra está escrita con una prosa ligera y se lee muy rápido. De estilo sólo habría que criticarle el uso continuo del incorrecto “hubieron” por “hubo” (como aclara el mataburros, “hubieron” sólo se utilizaba para formas verbales que ya han caído en desuso) y que resulta algo ampuloso empezar cada capítulo con una cita célebre. También sobra un poco el “jamoneo”.
Una digresión antes de ir al fondo: recomiendo la lectura del libro a todo estudiante inicial de Derecho, pues le mostrará el mundo jurídico tal como es y aprenderá trucos del litigante; además, su idealismo abogadil es bastante sano en una carrera que suele caracterizarse por el cinismo.
Uno comienza el libro buscando “pepas” y al inicio se encuentra con cosas interesantes, como que Maldonado se había enterado con anticipación de que Fujimori estaba por salir de Japón para presentarse a las elecciones del 2006, que éste aduciría que venía en calidad de procesado pues sólo un condenado no podía candidatear, que la infausta estrategia chilena fue diseñada por Luis Saravá Delgado Aparicio y Carlos Raffo (no menciona sus nombres, pero las descripciones son evidentes), que la idea de Fujimori era permanecer cuatro días en Chile antes de ingresar a nuestro país –confiado en que la presión popular impediría su encarcelamiento–, que su estrategia electoral consistiría en pintar a Lourdes como una extremista de derechas, a Ollanta como un loquito y machacaría a Alan con su pasado.
Ese libreto pareció funcionar al comienzo: Fujimori pasó la aduana chilena sin problemas y La Moneda inicialmente declaró que no sería detenido porque no tenía causas en Chile. Pero su acomodo se desploma básicamente por la ofensiva en contra suya que lanza la entonces candidata presidencial Bachelet, que armó un tremendo lío en contra del recién llegado, lo que al final convenció al presidente Lagos a ordenar su encarcelamiento.
Y aquí se acaban lamentablemente las “pepas” (si lo de Bachelet lo consideramos generosamente así). Luego vienen chismes interesantes, como la descripción de la paranoia de Maldonado (la historia del gato que criaba en su oficina es de película), las conversaciones con el abogado chileno de la causa peruana, la preparación de la estrategia, hechos como que la muerte de Pinochet favoreció la extradición porque las causas eran similares y no había voluntad allá de encarcelar al anciano dictador, que también ayudó la extradición de Baca desde Argentina, que el gobierno aprista fue muy indiferente al proceso, que la relación de Chehade con la ministra de Justicia Zavala acabó pésimo por ciertas mezquindades de ésta... pero poco más.
Sólo hay bostezos para los que esperábamos alguna revelación sobre si Japón lo había obligado a embarcarse, si el gobierno aprista intentó alguna negociación secreta para que no lo extraditen, si hubo alguna presión de Japón sobre su TLC con Chile, si existió alguna operación interesante de la supuestamente muy organizada “mafia” fujimorista (queda más bien como si estuviera formada por unos cándidos boy-scouts. En cuanto a Nakazaki y los abogados chilenos, terminan apareciendo como unos inútiles), si se dio alguna conspiración de la derecha chilena... Pero no hay nada de ese morbo secreto. Poco de 007 y mucho de Shark (esa serie gringa de abogados).
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