Confieso que hasta adulto le tuve miedo a los discursos del 28 de julio. En mi infancia sabía que se avecinaban porque los mayores se ponían tensos y escuchaba comentarios sobre qué próxima barbaridad iba a soltar el dictador Velasco, que llamaba “goles de media cancha” a los disparates populistas que solía anunciar en esas fechas. El último de ellos, en 1975, fue cuando estatizó la Marcona Mining Company a pocos años de que ésta revierta al Estado por acabar la concesión. Hubo que indemnizarla y más cara salió la lavada que la camisa. Es que así de bruto era este Velasco.
Después experimenté, ya universitario, aquella tristemente célebre alocución de 1987, cuando Alan estatizó la banca y ocasionó una debacle generalizada en el país. Y, por lo general, son excesivamente largos y aburridos, salvo cuando suceden cosas anecdóticas inesperadas y se vuelven un circo, como cuando Fujimori se puso a lanzar billetes de intis al suelo para burlarse de la inflación o aquella ocasión en que la “showwoman” Anel Townsend le puso una olla al frente al japonés.
El balance, a dos años de iniciado este gobierno, no es nada malo y se tiene que ser muy mezquino, ideologizado o ignorante para no reconocerlo. Se le ha quebrado la espalda al SUTEP y se ha comenzado la laboriosa reconstrucción de la Educación peruana, con iniciativas revolucionarias como repartir laptops a los niños y maestros. Se logró redondear el TLC, que Toledo no había dejado tan atado. Se han iniciado cambios importantes en Pesquería y Agricultura, poniéndose por fin orden en el mar con las cuotas (sólo alguien con intereses turbios puede oponerse a una norma tan sana) y atacando a ese mal conocido como minifundio. Se ha logrado llevar a Chile a litigar el contencioso marítimo a La Haya, manteniendo al mismo tiempo excelentes relaciones con Ecuador. Se acaba de obtener el grado de inversión. Se ha juzgado a Fujimori muy correctamente: sin revanchismos ni encarnizamientos ni tampoco blandura. Se ha mantenido y expandido el crecimiento económico. Se ha planteado una bastante positiva Ley de las Mype, que puede ser el principio del fin de la informalidad si es que el gobierno se pone a promoverla agresivamente (porque existe mucho desconocimiento de ésta entre el empresariado popular). Y hace poco se ha lanzado el más importante paquete de reformas estructurales desde 1992, con normas que modernizan mucho al Estado. ¡El ahora crítico Toledo no había hecho ni el 10% de todo esto en sus primeros dos años!
Claro que falta muchísimo más por hacer, comenzando con reformar al Estado en cuanto a procesos y cuellos de botella que agobian al ciudadano y al empresario (sobre todo por el lado de las municipalidades). Falta integrar al sur en el crecimiento. Falta que este bienestar se expanda más mejorando el gasto social. Falta flexibilizar más el empleo para fomentar su crecimiento y acabar con la cesantía y el subempleo. Urge enfrentar a la inflación y desinflar ese globo peligroso que se está formando con el subsidio a los combustibles. Hay que persistir con los cambios en Educación, Agricultura y Pesquería. Necesitamos más TLCs. Falta sentir mejoras sustantivas en el sector Salud. Falta más infraestructura y seguridad pública. Pero se está yendo por el buen camino. A persistir.
PD: Esta columna entra en cura de silencio esperando el Mensaje del 28 y regresa el martes 29.
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