Recibo un par de correos electrónicos muy interesantes, que vale la pena transcribir (con cierta edición) para ustedes:
“Aldo, te escribo desde la lejana San Marcos, Áncash. Estuve haciendo unos trabajos por acá y me he convencido de que eso de ser ahora el distrito más rico del Perú por canon minero tiene sus bemoles. Imagínate que casi la totalidad de la población de San Marcos y de sus comunidades participan en un programa municipal denominado ‘Mantenimiento de Infraestructura Pública’, donde por lo general hacen muy poco.
Empezaron barriendo las calles, muy angostas por cierto, labor que antes hacían de muy buena gana los vecinos. Esto ha originado que éstas se conviertan en pequeños muladares los días en que no se programa el barrido, porque estamos en la época en que no hay lluvias y el agua es el natural ‘lavacalles’. Los vecinos ya no la barren y te dicen que ‘para eso tiene plata el concejo’.
En las zonas rurales encuentras trabajadores de este programa sentados en sus cascos o durmiendo en sus carretillas, esperando que llegue la hora para firmar su asistencia del día y luego irse a sus casas. Obviamente que no son todos, porque muchos sí están acostumbrados a trabajar y bien. Estos trabajos, aunque temporales y que ya tienen alrededor de cuatro meses, generan ingresos de entre 900 y 1,500 soles para los participantes, hombres y mujeres. Y lo común es que las cantinas que abundan acá se llenen al 100% durante los días de pago.
También observo al famoso programa ‘Juntos’. ¿Cien soles para qué? La Plaza de Armas de San Marcos se llena de cientos de mujeres, que se amanecen haciendo la cola para recibir el dinero en los días de pago. Mientras tanto, los maridos están como aves de carroña, esperando que sus mujeres les entreguen los 100 soles para irse a las cantinas, que ahora éste y el otro programa son las ocupaciones más rentables de esta zona. ¿Qué hacemos con personas con unos cuantos soles en el bolsillo si no saben qué hacer con ese dinero? Nadie ahorra por acá, pensando que lo del canon va a ser eterno.
Otro tema es el Programa de Alfabetización, ahora en manos de los municipios. Hace unos días echaba una mirada a cómo se selecciona a los ‘alfabetizadores’. Te imaginarás: jóvenes varones y mujeres hasta con tercer año de secundaria. También profesores que quieren hacerse un extra. Si los chicos que terminan la secundaria apenas saben leer y escribir (más aún en las zonas más alejadas del país), ¿qué van a enseñar como alfabetizadores? Si los profesores tienen serios problemas para enseñar a niños y jóvenes, ¿qué nos garantiza que tengan resultados positivos con personas mayores? ¿Por qué si para los abogados y para los profesionales de la salud existen programas como el Secigra o el Serum, no se crea uno similar para los estudiantes de los últimos ciclos de Educación?”.
Otro e-mail revelador sobre lo que escribí acerca de la falta de técnicos:
“Aldo, yo entré a la UNI en 1966. Al costado formaban a los tecnólogos en un lindo local financiado por los gringos, hasta que sus alumnos hicieron una huelga para ser declarados ‘Ingenieros Tecnólogos’. Lo consiguieron. Por supuesto, dada la tontera, los gringos dejaron de mandar billete y adiós programa”.
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