Justo cuando la “U” (el “Puma” Carranza) le entregaba la posta al Alianza Lima (“El Mago”), nos enteramos de la magnífica noticia de que la calificadora gringa Standard Poor’s S&P nos acababa de otorgar el grado de inversión. No es por desmerecer a la canadiense Dominion o la también yanqui Fitch, otras dos calificadoras que también nos habían ascendido a esta categoría crediticia, pero el peso de S&P en el mundo financiero es mucho mayor que la de éstas y tan sólo su rival Moody’s (que sí se ha puesto muy dura con nuestro país) la iguala en cuanto a importancia en estos menesteres. Digamos, para ilustrar al lector, que Dominion es un VW y Fitch es un Toyota mientras que S&P y Moody’s ya vendrían a ser un Audi y un BMW.
Lo más sorprendente es que nos dieron este “upgrade” justo después de fuertes turbulencias internas, como el “Moqueguazo”, el paro de la CGTP y los incendios de Madre de Dios. Precisamente las resistencias de Moody’s a dar este paso se basan en que consideran que nuestro país aún es muy movido políticamente y que no está claro si un antisistema folclórico tipo Evo o Correa pueda terminar accediendo a la Presidencia el 2011 y echar todo el tremendo esfuerzo hecho desde 1992 por la borda.
La verdad, es que no me esperaba para nada esta buena noticia (que sólo Cecilia Blume intuyó en su columna de ayer) tras estos tumultos, aunado a que últimamente las cosas se han complicado mucho internacionalmente con intervenciones a bancos y con entes hipotecarios dañados en EEUU. Pareciese hasta que fuese un presente de despedida de S&P a Carranza, así como un espaldarazo al nombramiento de Valdivieso como su sucesor.
Hablando del “Puma”, si es que hace poco tiempo escribimos que se iba como esos toreros que han cortado dos orejas y rabo, pues habría que añadir que con esta noticia, en términos siempre taurinos, cortó pata (algo que es dificilísimo obtener en una faena). No sólo se va con los mejores números que cualquier ministro de Economía quisiera tener, sino que hasta cumplió su confesado sueño de acceder a esta calificación cuando ya estaba jugando sus últimos minutos de descuento.
Con esto, Carranza pasa a ese pequeño e inusual Olimpo de ministros peruanos de Economía exitosos y que dejaron huella por su actuación, como Antero Aspíllaga (que bajo el mariscal Cáceres saneó la hacienda pública tras la guerra con Chile con corajudas medidas extremas, como el repudio del papel moneda y el fin de la deuda externa con el Contrato Grace, 1887-89), Benjamín Roca (que bajo el mariscal Benavides enfrentó magníficamente la depresión mundial, 1933-37), los “Emilios” (Guimoye y Romero, que afianzaron el boom de los cincuentas, 1952-54), el gran Beltrán (que acabó con la crisis y reformó mucho, 1962), Ulloa en 1967 (cuando le dio la vuelta a una gran crisis. Lástima que fue una desilusión en 1980-82) y Boloña (que desmontó al sistema velasquista en 1992. Lástima también que su gestión terminó tan mal en el 2000).
No menciono a Leguía (1903-04) y Piérola (1869-70) porque si bien fueron ministros de Economía tan importantes que hasta llegaron a presidentes, sus gestiones fueron básicamente políticas.
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