Como es domingo, tratemos temas ligeros. Uno observa los programas cómicos en la tv abierta y se siente viejo al llegar a la conclusión de que todo lo pasado, por lo menos en ese aspecto, fue mejor. Antes se hacían personajes con carácter, los de 40 para arriba hemos visto otras cosas. Por ejemplo, en Trespatines había una trama bien construida, que generalmente giraba en torno a una ingeniosa estafa menor hecha por el protagonista José Candelario a instancias de “Mamita”, un personaje que nunca salía. En esa galería veíamos desfilar a un malhumorado juez, un servil secretario y seres despistados como el gallego Rudecindo Caldeiro, la ama de casa Luz María Nananina o el joven Polito Abril y Mayo, junto al inmortal Patagonio Tucumán y Bandoneón, que hacía del típico argentino pesado. Era tan de lujo el tratamiento de la comedia que todo terminaba con el juez, cual poeta jurídico, recitando unas largas décimas, bastante bien escritas e ingeniosas, para soltar la sentencia.
O el británico Benny Hill, que era bastante gracioso (menos en las declamaciones, que perdían toda gracia al ser traducidas) con su colega, aquel viejillo calvo al que palmeaba inmisericordemente en la cabeza. También tenías esas comedias bufas de lujuriosos enredos eróticos que hacían Porcel y Olmedo, con algo de calatería liviana y lisuras. También existía el teatro televisado de enredos entre parejas y humor muy fino que manejaba tan bien Pepe Vilar, a años luz de esos esperpentos que monta ahora Ricky Tosso en la tv y que llama “teatro”.
Y en el plano local se han visto personajes inolvidables como Camotillo el Tinterillo; Tulito y Tatiana; Roncayulo y doña Cañona; “la Santa Paciencia” (Alex Valle) y “el Burócrata” (Fernando Farrés, que sólo reaccionaba cuando alguien invocaba al “Doctor Chantada”, antecedente de Montesinos); “Eleuterio” (un personaje entrañable en su ingenuidad, a años luz también de la “Chola Jacinta”), “Papá” y “Machucado”; “Felpudini, Chelita y el Jefecito”; el “guachimán Pacheco”; la “Banda del Choclito”; “Betito”; etc... Tampoco se puede olvidar a esas canteras que fueron El Tornillo y Estrafalario. Y veías actuar en la comicidad a mujeres guapas e interesantes como Camucha Negrete, Aurora Aranda o “Chelita”, no estas pintarrajeadas gordas vulgaronas y chillonas de ahora, que hasta repelen, que son la antilujuria en su zafiedad barata. Cierto que ahora ves muy buenos imitadores locales, mucho mejores ciertamente que los de antaño, pero éstos no superan el plano individual, carecen de trama.
Es como en el fútbol. Después de ver a Sotil, Cubillas, Cueto, Chumpitaz, Barbadillo, Challe, Uribe, Oblitas, Percy Rojas, Muñante, Velásquez, Uribe, Leguía, Malásquez, etc., los de ahora te parecen paralíticos (no tuve la suerte de ver jóvenes a Perico León, Julio Baylón y Pitín Zegarra. Los vi ya mayores y cansados, sólo con chispazos). Hasta los que formaban la “segundilla” de esa época (Mosquera, el Chino Labarthe, Henry Perales, Tojo, Walter Daga, el Chivo Neira, Paco Montero, Argote, Peralta, el Gato Cuéllar, Zuloaga, el Pato Cabanillas, el gringo Kulisic, el genial Pedrito Ruiz, Pablito Muchotrigo, Piticlín Palacios, el “flaco” Caballero, Adhemir Arroé), que no llegaron a ser casi nunca titulares por estos monstruos, son mucho mejores que los de ahora.
Y ni hablar de atletas como Edith Noeding, Fernando Acevedo, Carmela Bolívar o Roberto Abugattas. O boxeadores como Mina, Quiñones, Dávila, Rocco, Burga, Ibáñez, Rivadeneira y Romerito.
O nadadores como Johnny Bello.
No, se ha retrocedido mucho en algunas cosas. O ya estaré viejo.
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